lunes, 26 de noviembre de 2007

LECTURA Nº 19: LA GLOBALIZACIÓN Y LA SOCIEDAD DEL RIESGO
Fragmentos tomados con fines instruccionales de:

Lemkow, L. (2002). Sociología Ambiental. La globalización y la sociedad del riesgo. España. Editorial Icaria. s. a. Pp. 131-146.









El libro de Ulrich Beck, “Risikogesellschaft: Auf dem Weg in eine andere Moderne”, publicado en Alemania en 1986 y traducido al inglés en 1991 (al español en 1998), representó una inflexión para la sociología ambiental y propició una serie de réplicas y elaboraciones teóricas sobre el riesgo, el medio ambiente y la modernidad. Las respuestas más notables y de mayor interés, fueron una serie de libros y artículos del director de la London School Of Economics, Anthony Giddens (1990, 1991,1993), dando lugar a un libro de coautoría titulado “Reflexive Modernizatión: Politics, Tradition and Aesthetics in the Modern social order” (U. Beck, A. Giddens & S. Lash, 1994). A partir de la publicación de la sociedad del riesgo, nos encontramos con una auténtica avalancha de escritos, congresos y simposios sobre el riesgo, la incertidumbre, la condición humana en la nueva modernidad, cambios cuantificables en el deterioro del medio ambiente que, sumados a la globalización de la crisis ecológica, impactaron sobre la percepción pública de los riesgos ambientales y tecnológicos y también sobre los discursos y debates sociológicos.
En la sociedad del riesgo, Beck desarrolla básicamente tres grandes temas:
1 En primer lugar, describe las características e implicaciones que tienen los nuevos riesgos y peligros generados por los procesos de modernización e industrialización, procesos que nos llevan a superar la sociedad industrial clásica y que nos conducen hacia la “sociedad del riesgo”.
2 Analiza después los efectos de una sociedad repleta de una nueva gama de riesgos que provocan una extendida sensación de inseguridad e incertidumbre, que se manifiesta en la “modernización reflexiva”. Este proceso implica, entre otras cosas, la individualización en muchas esferas de la vida cotidiana, incluyendo la vida familiar y el trabajo que a su vez originan crisis de identidad personal.
3 Finalmente, estudia el rol ambiguo de la ciencia y su independencia en la conformación de nuevos espacios y estrategias políticas.
Beck contrasta la naturaleza de los riesgos ambientales, producidos en la sociedad industrial y en la sociedad del riesgo. Las diferencias en la forma y contenido de los riesgos tendrán importantes implicaciones sociológicas y, sobre todo, en el área de la percepción ambiental y respuestas sociales ante la proliferación de estos nuevos riesgos ambientales.
Según Beck, los riesgos de la sociedad industrial tenían un alcance local y un impacto muy directo sobre determinados sectores de una población, ubicada cerca de las fuentes de contaminación industrial. El “smog”, o niebla industrial, podía tener una incidencia brutal; pero, en todo caso, normalmente limitado a la población obrera de las nuevas ciudades industriales. La distribución espacial de los contaminantes estaba estrechamente relacionada con la morfología geográfica/social de las ciudades y, en consecuencia, con la distribución de las desigualdades. Parece que había una relación directa entre circunstancias socioeconómicas y condiciones ambientales de la sociedad industrial. La epidemiología del riesgo en la sociedad industrial tenía como variable central la clase social debido a la clara asociación entre distribución de riesgos y posición socioeconómica.
La contaminación del aire en particular era un fenómeno localizado que afectaba, bajo su forma más aguda, casi exclusivamente las zonas industriales de clase obrera, debido a la proximidad de las fábricas a estos barrios. Resumiendo, dada la distribución geográfica de la contaminación, ésta afectaba sobretodo a la base de la jerarquía social y se convertía así en una manifestación más de la desigualdad social de la industrialización. (L. Lemkow, 1983, p.112).
Haciendo alusión a que “la miseria es jerárquica” Beck afirma que:
La agudización de los contrastes de clase mediante la concentración de riesgos en los pobres y débiles estuvo en vigor durante mucho tiempo… Son en especial las zonas residenciales baratas para grupos de población con ingresos bajos, que se encuentran cerca de los centros de producción industrial las, que están dañadas permanentemente por las diversas sustancias nocivas que hay en el aire, agua y suelo. (U. Beck, 1998, p. 41).
La degradación ambiental de la primera industrialización no era nada democrática, quedando algunas clases sociales (la burguesía, por ejemplo) prácticamente indemnes de sus consecuencias. Efectivamente, la contaminación no implicaba o abarcaba toda la sociedad, que Beck define como “sociedad industrial clásica” y que contrasta radicalmente con la “sociedad del riesgo”. Nuevos contaminantes, como los pesticidas sintéticos (DDT), compuestos orgánicos de los metales pesados (mercurio, plomo, cadmio, etc.), y radiaciones ionizantes se distribuyen y se acumulan de forma más global, afectando a la inmensa mayoría de clases y estamentos sociales (esto no quiere decir que afecta a todos por igual.) En la sociedad de riesgos, se democratiza la distribución de riesgo (al menos en los países más desarrollados). Los riesgos poseen nuevos patrones de distribución y, además, los nuevos contaminantes no son observables a simple vista y necesitan la intervención de técnicas analíticas muy avanzadas para su detección y medición.
Llama la atención que en aquel tiempo, a diferencia de hoy, los peligros atacaban a la nariz o a los ojos, es decir, eran perceptibles mediante los sentidos. Los riesgos (de hoy) causan daños sistemáticos y a menudo irreversibles, suelen permanecer invisibles, se basan en interpretaciones causales, por lo que sólo se establecen en el ser…. Y en el saber pueden ser transformados, ampliados o reducidos, dramatizados o minimizados, por lo que están abiertos en una medida especial a los procesos sociales de definición. (U. Beck, ibíd, p. 28).
Estos cambios cualitativos en la degradación ambiental tenían interpretaciones y consecuencias sociales:
Los nuevos contaminantes ¾ eran invisibles e inodoros ¾ quedaban lejos de los densos malolientes y amarillos “smogs” que producían tos, de las ciudades industriales que quemaban carbón… Eran insidiosos que sus predecesores y, tal vez, más destructivos y peligrosos. Aún más, debido a su tendencia a acumularse y a esparcirse por un ecosistema y a ascender por la cadena alimentaría, podían afectar grupos que antes habían resultado relativamente indemnes de los peores efectos medio ambientales de la industrialización. Estos nuevos grupos, especialmente la clase media, empezaron a sentirse vulnerables, frente a los cambios cualitativos que se estaban produciendo en el medio ambiente. (L. Lemkow, 1984, p. 56).
Los nuevos riesgos tienen entonces implicaciones sociales. También los riesgos están sujetos a una definición social matizada por los conocimientos científicos. Estamos ante uno de los casos más claros de construcción social de procesos de cambio social: la construcción social del riesgo y del medio ambiente, una faceta clave para definir la sociedad del riesgo.
Sin embargo, la característica básica de la sociedad del riesgo, para Beck, es la producción de riesgos ambientales, a través de la lógica de la sobreproducción del capitalismo avanzado. Existe una fuerte tensión entre la producción de “bienes” de consumo y la proliferación de “males” ambientales. En el primer capítulo, titulado “La lógica del reparto de la riqueza y del reparto de los riesgos”, Beck argumenta que, en la sociedad industrial clásica, la producción de problemas ambientales fue ampliamente compensada por las expectativas y, en algunos casos, la realidad, de poder consumir más bienes.
Uno de los elementos definitorio de la sociedad de riesgo es la atribución de riesgos que se definen, a través de conocimientos científicos. Al mismo tiempo, hay que señalar que, si bien los riesgos se definen a base de conocimientos científicos y no a través de la simple observación del ciudadano, es más difícil calcular la incidencia de los nuevos riesgos que además son imprevisibles. A pesar de la sofisticación de la ciencia moderna, existe, en la sociedad de riesgo, una gran incertidumbre. En este mundo inseguro, la proliferación de riesgos ambientales repartidos ampliamente, no está compensada por la capacidad adquisitiva del ciudadano de la nueva modernidad.
De manera dispersa, pero también constante, en el libro de la sociedad “La sociedad del riesgo”, se encuentran referencias al papel de la ciencia y la tecnología en la modernidad. La ciencia no solamente marca nuestras percepciones del medio ambiente sino que, de forma no intencionada, moviliza sectores de la sociedad contra los nuevos riesgos. La ciencia tiene un protagonismo lleno de contradicciones y de ambivalencias en la sociedad industrial pero, de forma mucho más evidente, en la sociedad del riesgo.
La obra trata primero, a las ciencias y tecnologías aplicadas, como a una de las causas principales de los nuevos riesgos. La situación paradójica de la ciencia como instrumento para desvelar la naturaleza y el alcance de los nuevos riesgos de la modernidad es el segundo gran tema que expone. No menos sorprendente (y éste es el tercer punto de su reflexión sobre la ciencia) es el hecho de que la ciencia y, especialmente la tecnología aplicada, pueden proporcionar soluciones para superar problemas puntuales de la crisis ecológica, una actividad que puede, además, generar beneficios para el capitalista moderno. Finalmente, analiza la percepción ambigua que tienen los ciudadanos ante el papel contradictorio de la ciencia. En este marco, la ciencia y la tecnología constituyen una manifestación de la modernización reflexiva: una ciencia cuya práctica es cada vez más autocrítica, multiparadigmática y menos segura de la validez de sus predicciones.
Beck advierte sobre el poder de la opinión experta y la dificultad de definir la naturaleza exacta de los peligros y cuales son concretamente los límites o fronteras de los sistemas de riesgos:
Se trata en todo caso de peligros que precisan de los «órganos perceptivos» de la ciencia (teorías, experimentos, instrumentos de medición) para hacerse «visibles», interpretables como peligros. El paradigma de estos peligros son mutaciones genéticas causadas por la radioactividad, que imperceptibles para los afectados, dejan a éstos por completo (tal como muestra el accidente en el reactor de Harrisburg) a la merced del juicio, de los errores, de las controversias de los expertos… Las afirmaciones sobre peligros nunca son reducibles a meras afirmaciones sobre hechos. Contienen constitutivamente tanto un componente teórico como un componente normativo (U. Beck, 1998, p. 33).
A la hora de hablar de riesgos, Beck no solamente alude a los riesgos medioambientales producto de la interacción entre el modelo económico capitalista y la ciencia/tecnología aplicada (contaminación, capa de ozono, calentamiento atmosférico), sino a nuevos riesgos «biográficos» o personales que también constituyen una nueva dimensión de incertidumbre. Los imperativos económicos dan lugar a efectos no deseados sobre el medio ambiente, en forma de degradación ambiental que, además, representan una amenaza para la supervivencia del sistema. Al mismo tiempo, el crecimiento económico acelerado y los cambios estructurales en el mercado laboral amenazan el bienestar en las esferas sociales e individuales.
En la sociedad de riesgo los marcos culturales y estructurales tales como sociales y conciencia de clase, estructuras familiares, roles de género, etc., se deshacen ante cambios en el Estado de Bienestar, sobre todo en la esfera económico – laboral. Estructuras tradicionales asimiladas colectivamente y psicológicamente como inmutables y «normales» dejan de poseer seguridad y permanencia. Podemos entender la sociedad del riesgo en Europa (incluyendo España) en términos de las nuevas dimensiones de precariedad e incertidumbre introducidos por las transformaciones del «welfare state» y otras áreas afines. No son exclusivamente los grupos tradicionalmente clasificados como «vulnerables» (los pobres, determinadas minorías étnicas, etc.) los que están sometidos a la tranquilidad que supone nuevas y cambiantes políticas sociales, económicas y laborales. Estos cambios tienen una incidencia, sobre las condiciones y calidad de vida, en muchos casos cuantificables, pero también crea, un entorno que estimula una percepción de vulnerabilidad, inseguridad y riesgo.
Las transformaciones más conocidas y más estudiadas son los cambios en el mundo del trabajo. Beck analiza los ejes principales de los cambios en el mercado laboral en Europa occidental, desde los años sesenta (resumiéndolos en siete «tesis»): la aparición y consolidación del paro masivo (especialmente en la juventud) y estructural de larga duración, la pérdida de trabajo a tiempo completo (y, inconsecuencia, el auge de trabajo a tiempo parcial), el aumento del trabajo precario y temporal, la exigencia de mayor flexibilidad laboral, el declive del trabajo permanente con trayectoria para toda la biografía laboral y la transformación de las estructuras. Las relaciones de género en el trabajo han generado nuevas percepciones de pertenencia y de identidad individual. Uno de los resultados es el proceso de «individualización» y la pérdida de conciencia e identidad de clase. Estos hechos, de naturaleza y origen sociopolítico, conducen a «a victim blaming» donde se hace una lectura del desempleado, enfermo y marginado como responsable de su situación personal.
La agudización y la individualización de las desigualdades sociales se entrelazan. Como consecuencia, los problemas del sistema son transformadores y desmontadores políticamente como fracaso personal. En las formas destradicionalizadas de vida surge una nueva inmediatez de individuo y sociedad, la inmediatez de la crisis y de la enfermedad, en el sentido que las crisis sociales aparecen como crisis individuales. (Ibíd.., p. 97)
Los cambios en el mercado laboral ponen en entredicho el valor del trabajo que, a su vez, ha alterado la estructura de clases donde el trabajo ha dejado de tener una función central a la hora de definir la identidad individual y colectiva, desembocando el debilitamiento de las interconexiones sociales y económicas.
Se ha consumado en la modernización del Estado de bienestar tras la Segunda Guerra Mundial un impulso social de individualización de un alcance y una dinámica desconocidas con anterioridad… los seres humanos fueron desprendidos (en una quiebra de la continuidad histórica) de las condiciones tradicionales y de las referencias de aprovisionamiento de la familia y remitidos a sí mismos y a su destino laboral individual con todos sus riesgos, oportunidades y contradicciones conduce a la puesta de libertad del individuo respecto a los lazos sociales de clase y de las situaciones sexuales de hombres y mujeres (Ibíd.., p. 96)
Merece la pena aquí recuperar la figura de Georg Simmel, teórico de la modernidad de finales de siglo XIX. Señala este autor la importancia de los procesos de individualización y fragmentación social que provoca la vida urbana moderna. En sus muy originales escritos (G. Simmel, 1986) sobre las implicaciones de la urbanización de la sociedad, por un lado, y sobre el desarrollo del dinero y la expansión y globalización de las economías por otro, intenta explicar los procesos de individualización, fragmentación de la vida social y heterogeneidad (división social de trabajo) que se dan en la ciudad moderna.
Ofrece la cuidad cada vez más las condiciones decisivas de la división del trabajo: un círculo que en virtud de su tamaño es capaz de absorber una pluralidad altamente variada de prestaciones… obliga al individuo particular a una especialización de la prestación. Y esto conduce a la individualización. (G. Simmel, 1986, p. 258)
Según Simmel, frente a la pluralidad de prestaciones y a la diversidad de contactos impersonales mediatizados por el dinero, la individualización produce ciudadanos cada vez más alienados.
Los profundos cambios señalados por Beck, que conducen a la individualización, transtornan los patrones biográficos tradicionales sobre los que estaba basada la definición, aceptación y estabilidad de la sociedad industrial. Este hecho es especialmente visible en la conformación de nuevos roles y relaciones de género. Los cambios formales de género, en el marco educativo y jurídico, contrastan con las prácticas concretas en el mundo laboral. Las expectativas de las mujeres, que ya logran unos rendimientos en el sistema educativo que superan a los de los hombres, no tienen una correspondencia a la hora de situarse las mujeres en el mercado laboral y en la jerarquía de la toma de decisión. La resistencia estructural de los hombres y de las organizaciones regidas por ellos frente a esta nueva realidad se hace patente y provoca tensiones nuevas en el seno del trabajo.
Si dichos cambios, en los roles y expectativas de las mujeres en el lugar del trabajo, son muy notables, las tensiones que suponen para las interacciones entre mujeres y hombres en el entorno familiar pueden llegar a ser dramáticas, incluso explosivas. En la sociedad industrial clásica, la organización familiar y reproductiva estaba basada en una marcadísima diferenciación y asignación de género que se plasmaba en una rígida división sexual del trabajo y una separación de las esferas domésticas y del trabajo remunerado. La mujer, encargada de la esfera (privada) de la reproducción (en el hogar) y el hombre del mundo (público) de la producción (la fábrica, empresa, administración) era el modelo inmutable y con una representación ideológica no contestada. La familia nuclear es la representación más clara de las «exigencias» de la sociedad industrial.
La tensión que provoca un creciente «igualitarismo» (rendimiento educativo, homologación formal jurídica) entre mujeres y hombres, y el creciente ingreso de la mujer en el mundo productivo, hace poco sostenible la familia nuclear con su poder patriarcal- el título del libro Lluis Flaquer, “La estrella menguante del padre” (L. Flaquer, 1999) refleja una parte de los procesos de la evolución de la familia y, en especial, del patriarcado.
La posición de la mujer sale reforzada, su participación en la toma de decisiones se incrementa y su poder de negociación se acrecienta. Se abre la posibilidad de la divergencia de intereses entre los cónyuges, quienes al plantear sus reivindicaciones tienen la vista puesta en su propia autorrealización. Como contrapartida, es posible que el nivel de conflicto manifiesto y las tensiones en el interior de la familia se intensifiquen, ya que las posiciones conyugales dejan de ser adscritas y por tanto están sujetas a un proceso de construcción y de ajuste constantes. (Ibíd.., p. 31)
La erosión, incluso disolución, de los roles tradicionalmente adscritos a la mujeres y a los hombres y la profundización de la individualización provoca cada vez más reivindicaciones a favor de relaciones abiertas (negociables constantemente) y sostenibles. Superadas las adjudicaciones tradicionales de papel/rol de género y el corsé ideológico que sostenía la familia nuclear, la incertidumbre de la vida familiar parece aumentar (reflejada en el aumento del divorcio, en el establecimiento y consolidación de las «familias» monoparentales, etc.) en el contexto de un debilitamiento de la capacidad y voluntad ideológica de las administraciones públicas de proporcionar prestaciones sociales y económicas a estas nuevas formas de organización. La falta de soluciones institucionales para estas situaciones, cada vez más frecuentes, pueden potenciar los conflictos privados de relaciones entre mujeres y hombres.
La importancia y relevancia La sociedad del riesgo radica en que señala que la nueva modernización está repleta, no solamente de riesgos ambientales, sino también de riesgos sociales que fomentan individuos e instituciones mas autocríticos. La acumulación en sociedad de ambos tipos de riesgo genera la «modernización reflexiva». Las nuevas percepciones del entorno y de los riesgos sociales que estimulan la autocrítica y la reflexividad, poco a poco impulsarán nuevas exigencias y nuevas formas de acción política:
Ahora se le exige al individuo que sea él quien domine la inseguridad. Pero, a partir de los trastornos e inseguridades sociales y culturales, más pronto que tarde, se originarán nuevas exigencias a las instituciones sociales por lo que a formación, información, salud y política se refiere. (U. Beck, 1998, p. 200).

Encontraremos, según Beck, una sociedad repleta de actores que se contradicen unos a otros en el mismo escenario. Dicho escenario puede ser las instituciones de representación corporativa de las ciencias, los actores, científicos/expertos: unos, alegando el riesgo cero y, otros, insistiendo en riesgos no predecibles de, por ejemplo, una nueva especie de microorganismo genéticamente modificado: el escenario familiar, con los actores, madre-padre-hijo/a disputado y negociado la distribución del trabajo domestico frente a las múltiples obligaciones fuera del “hogar”. La proliferación de tensiones y contradicciones en un amplio espectro de escenario generando así un ambiente de inseguridad e incertidumbre fuerza la articulación de nuevas direcciones para la acción política.
Frente a los cambios dibujados arriba, Beck argumenta que se presentan tres opciones o respuestas políticas para confrontar la generación de riesgos, la destradicionalización de la sociedad y la individualización. Las tres grandes opciones son:
1 Retorno a la sociedad industrial.
2 Democratización del desarrollo técnico y económico.
3 Política diferencial.
De alguna forma, las tres orientaciones reflejan los tres grandes ejes de la política en Alemania. El primero, el retorno a la sociedad industrial, corresponde a la política del Partido Democristiano. Las respuestas socialdemócratas quedan reflejadas en como confrontar los nuevos riesgos desde una perspectiva institucional-política. Finalmente, desde las corrientes ecologistas (movimiento) y del partido verde, la política diferencial implica la articulación de instituciones políticas nuevas y nuevos mecanismos de participación en la gestión de los riesgos.
Las simpatías políticas de Beck son claras y apuestas por la renovación y la implantación de las alternativas participativas. El autor pregunta en la última frase de su libro: ¿Es posible que hoy ya se comiencen aplicar y perfilar, en algunos campos, formas de esa nueva distribución del poder y del trabajo entre política y subpolítica, tras la alta fachada de la vieja sociedad industrial, y paralelamente a los muchos riesgos y peligros existentes? (U. Beck, 1998, p. 289).
Anthony Giddens destaca, como sociólogo teórico desde la publicación, en 1971, de su primer libro “Capitalism and Modern Social Theory” (A. Giddens, 1971). Sus primeras obras están básicamente dedicada a evaluar, interpretar y reflexionar sobre los contenidos metodológicos y teóricos de las obras de los tres grandes clásicos de la sociología: Marx, Durkheim y Weber. Giddens ha dedicado varias obras a la problemática de la modernidad, la destradicionalización de la sociedad, la individualización y proliferación, entre riesgos ambientales y sociales. Todo lo anterior, vinculado a la cuestión de la acción. Efectivamente, Giddens, en el marco de la teoría sociológica y no de la política, tiene una agenda parecida, pero más amplia que Beck. Ambos autores han participado conjuntamente en debates sobre la modernización reflexiva y sus implicaciones. La ubicación política de Giddens es muy conocida y se le considera el teórico de “New Labour” de Tony Blair.
Los libros más relevantes de Giddens, sobre la temática de la modernidad y los riesgos ambientales y socials, son: “The Constitution of Society: Outline of a Theory of Structuration” (1984), “The Consequences of Modernity” (1990), “Modernity and Self-Identify: Self and Society in the Late Modern Age” (1991), “The Transformation of Intimacy” (1993).
Para Giddens, la ciudad metropolis es el elemento definitorio de la modernidad, pues marca alas características estructurales y psicosociales de la sociedad contemporánea y determina nuevas líneas de acción social y política, tanto a nivel colectivo como individual. Es interesante señalar que Giddens reclama, desde hace tiempo, la necesidad de incorporar a la teoría sociológica algunos conceptos elaborados desde la sociología y la geografía urbanas. Dichas subdisciplinas otorgan un peso importante a la variable espacial y de “entorno construido” para describir y explicar los procesos sociales. Si es cierto que la ciudad representa el espacio más alterado y cambiado por la humanidad, también tiene su importancia otro elemento de la modernidad, especialmente en occidente: El hecho de que la inmensa mayoría de espacios no urbanos son entornos “creados” y moldeados por las actividades económicas:
En las zonas industriales del mundo, los seres humanos viven en un entorno creado, no solamente construido de las áreas urbanas. La mayoría de otros países también han vuelto a ser coordinados y controlados por los humanos. (Giddens, 1982, p. 60).
Como muchos otros científicos sociales, Giddens insiste en que la urbanización y los nuevos espacios (cada vez de mayor extensión), ocupados por las ciudades, tienen mucho que ver con la naturaleza de la degradación ambiental. De igual relevancia es el hecho de que la ciudad también incide sobre la disolución de la tradición. Para poder sostener estas tesis, Giddens hace un repaso de la evolución de las ciudades inglesas antes, durante y después de la revolución industrial, iniciada durante la segunda mitad del siglo XVIII. Comparte el autor las premisas expuestas por Beck, en términos de la distribución de riesgos ambientales y su incidencia discriminatoria en la salud pública, afectando sobre todo a la nueva y muy vulnerable clase obrera, especialmente durante las fases iniciales de la industrialización.
Giddens analiza, en profundidad, el impacto de la producción urbana, que crea nuevas externalidades, que incluyen la degradación ambiental. Su análisis concuerda con los trabajos descriptivos y empíricos de muchos historiadores de la industrialización, con su presentación detallada de los problemas de hacinamiento, sanitarios y de higiene, problemas que focalizan la denuncia del capitalismo industrial y la consiguiente deshumanización de la vida cotidiana y del trabajo. La ciudad industrial se densifica, a través de un crecimiento demográfico explosivo. Las familias obreras viven en la sombra metafórica de la fábrica, donde no existen sombras reales, ya que el sol está tapado por la contaminación atmosférica del “smog”. La clase obrera, viviendo en una ciudad radicalmente desplazada de los ecosistemas naturales, pierde contacto y conocimiento de la naturaleza. La acumulación, en la clase obrera, de nuevas agresiones ambientales y de la desconexión con el mundo natural, constituye un nuevo hecho social e implicará una nueva dimensión de alienación de la población obrera y contrasta con la situación de las clases bajas premodernas.
El industrialismo vuelve a ser eje principal de interacción de los seres humanos en las condiciones de modernidad. En la mayoría de culturas premodernas, incluso en las grandes civilizaciones, los humanos, en general, se identificaban a ellos mismos como una continuación de la naturaleza. (Giddens, 1982, p. 60).
Giddens sugiere que los cambios ambientales, impuestos por el “entorno creado” de la urbanización moderna, dan lugar a una crisis de anomia (en el sentido Durkheimiano). Las consecuencias culturales y psicológicas de la disolución de la tradición, que surge de la supresión de un contacto cotidiano con la naturaleza, provocan un vacío y una desorientación psicosocial que podemos homologar con la anomia. Es precisamente, ante la ausencia de una relación satisfactoria con el medio natural, que los nuevos movimientos ecologistas/ambientalistas plantean la restitución de este espacio perdido, puesto que así se recuperan y se articulan nuevos valores e interpretaciones del medio ambiente. El problema y la contradicción que Giddens enfrenta aquí, es que son justamente los grupos sociales (clase media, profesionales liberales) los menos afectados por las peores agresiones de la ciudad modernas que articulan y dominan los nuevos movimientos, que reivindican contundentes políticas de mejoría ambiental para salvar el planeta Tierra, ante la denominada “crisis ecológicas”.
Otra dimensión, que incide sobre la percepción del medio ambiente, es la inseguridad, en su sentido más amplio, de la vida en la modernidad tardía. La inseguridad es producto del perfil de riesgo que engloba riesgos sociales y ambientales. La ubicuidad del riesgo inseguridad en la modernidad se manifiesta como una de las características fundamentales de las sociedades “postradicionales”. El riesgo se asimila como una realidad de la vida cotidiana y se percibe por sectores cada vez más amplios de la sociedad (resultado, entre cosas, de la proliferación de la información sobre las problemáticas ambientales y sociales). La percepción del riesgo se transforma y las personas llegan a desafiar el papel de los expertos e, incluso, el conocimiento científico. Se desarrolla un conocimiento social de las limitaciones de sistemas de expertise, donde se integra la noción de falibilidad de los pronósticos científicos técnicos, en materia de riesgos. La desconfianza de amplios sectores de la población, en relación a la capacidad de las administraciones de controlar, regular y gestionar los riesgos, es otro atributo de la nueva modernidad.
Al igual que Beck, Giddens identifica, como variable de riesgo inseguridad, cambios sociales en las esferas relacionales y de la vida privada; variables que llegan a formar partes de las agendas de nuevos movimientos sociales que reclaman acción e intervención en lo que el autor denomina “life politics”. En el mundo postradicional, debido en gran parte al dominio de la inseguridad de la vida cotidiana, se cuestiona constantemente cómo se tiene que vivir, en un sentido tanto ecológico como social, colectivo o individual. Este cuestionamiento permanente adquiere un aire crítico y autocrítico (“modernización reflexiva”).
Los movimientos aparecen en función de cambios objetivos, pero también por la elaboración de nuevos marcos interpretativos de la realidad socioambiental, que son construidos socialmente. Los nuevos movimientos son instrumentos potenciales de transformación de la sociedad:
Como modos de compromiso acción, que tienen una presencia importante en la vida social moderna, en los movimientos sociales se encuentran orientaciones que son significativas caras a posibles transformaciones futuras. (Giddens, 1990, p. 158).
La globalización de los riesgos y su impacto sobre la percepción ambiental es otro de los grandes temas que Giddens trata de analizar en sus libros sobre las consecuencias de la modernidad. Simplificando mucho el análisis, Giddens afirma que la globalización acentúa la sensación de la inseguridad y ello tiene la forma e implicaciones siguientes:

1. Globalización de riesgo en el sentido de intensidad: por ejemplo, la guerra nuclear puede amenazar la supervivencia de la humanidad.
2. Globalización de riesgo en el sentido de expansión de eventos contingentes, que afectan a todos, o por lo menos un gran número de persona, que viven en el planeta: por ejemplo, cambios en la división global del trabajo.
3. Riesgo que surge del entorno creado, o naturaleza socializada.
4. El desarrollo de entornos de riesgos institucionalizados, que afectan las “life chances” de millones de personas. (A Giddens, 1990, p. 124).
Las dos primeras categorías se refieren al alcance de los riesgos y, las dos últimas, a los cambios de los tipos de sistemas de riesgos. Con esta aparente insistencia de la importancia de las variables ambientales (incluyendo las implicadas en la globalización de los riesgos), tiene que quedar claro que ni Beck ni Giddens dan protagonismo exclusivo a los cambios medio ambientales para explicar el auge del activismo ecologista. Se pueden encontrar numerosos precedentes de sociedades modernas con niveles altos de degradación ambiental, sin la esperada respuesta o movilización social y política (y viceversa). Pueden intervenir otros factores de índole más sociopolítica, cultural o jurídica. Un ejemplo señalada por Wynne (B. Wynne, 1995) es el grado de confianza de la población en su sistema de regulación y control de los problemas ambientales, de la salud pública y del papel de los expertos en la evaluación de riesgo.

UNIDAD 3: CONVIVENCIA EN EL PLANETA Y NECESIDADES MUNDIALES

A través de la historia, la humanidad ha concebido al planeta Tierra como su casa natural; pero, a medida que avanza el tiempo, esta noción se va desdibujando, disminuyendo. En tiempos históricos, anteriores al surgimiento del industrialismo, en todas sus facetas y dimensiones, hermanado con el capitalismo como sistema dominante, no se planteaba el dilema de elegir entre la conservación del planeta o el aumento de grandes capitales, so pena del medio ambiente. No pocos grupos sociales señalan la inmensa preocupación por la destrucción acelerada de la Tierra, sometida a una explotación indiscriminada, que supera sus capacidades de regeneración.
Unido al elemento ecológico, y como igual consecuencia del quehacer capitalista, males, igual de peligrosos para la convivencia humana, atentan contra el desarrollo humano armónico, equilibrado, justo y, sobre todo, seguro para las personas. Estos problemas se expresan en la pobreza y todas sus secuelas, la discriminación racial y étnica, exclusiones de género, guerras por el control y dominio del mundo y sus riquezas, crisis energética, entre otros. Esta realidad necesita ser conocida, analizada y atacada para que se garantice la sobrevivencia de la humanidad.
Para ello, es necesario crear y practicar una acción nueva de vida, una ética que nos permita encontrarnos con el otro ser humano y vernos en él. Debemos concientizarnos para que nuestras acciones conduzcan a la superación de estos grandes conflictos, que nos aquejan. Este es el objetivo de esta unidad III: orientarte, estimado estudiante, en un conocimiento que te permita tomar conciencia de lo planteado y revisar, constantemente, tus actuaciones individuales y colectivas, en función de un mundo mejor.
En esta unidad podrás encontrarte con reflexiones que guiarán tu conocimiento hacia el logro de un estudiante y profesional consciente de su papel ante el complejo mundo de hoy.

LECTURA Nº 17: URGENCIA DE UN ETHOS MUNDIAL

Fragmentos tomados con fines instruccionales de:

Boff, L. (2001). Ética planetaria desde el Gran Sur. Urgencia de un ethos mundial. España. Editorial Trotta. S. A. Pp. 13 – 18.








EL ETHOS MUNDIAL QUE NECESITAMOS

Son tres los problemas que suscitan la urgencia de una ética mundial: la crisis social, la crisis del sistema de trabajo y la crisis ecológica. Todas estas crisis son de dimensiones planetarias.

1. Problemas globales – soluciones globales
En primer lugar, la crisis social. Sus indicadores son evidentes y no hay necesidad de exponerlos. El cambio de naturaleza en la actividad tecnológica, mediante la robotización y la informatización, ha favorecido una fantástica producción de riquezas. Riquezas de la que se apropian, de forma altamente desigual, grandes corporaciones transnacionales y mundiales que vienen a ahondar más aún el abismo existente entre ricos y pobres. Esa acumulación es injusta, porque está pésimamente distribuida. Los niveles de solidaridad entre los humanos han retrocedido a los tiempos de la barbarie más cruel.
Este hecho despierta un fantasma aterrador: la posible bifurcación dentro de la especie humana. Por un lado, se configura un tipo de humanidad opulenta, situada en los países centrales, que controla los procesos científico-técnicos, económicos y políticos y en el oasis de los países periféricos, en la que viven las clases privilegiadas. Todos ellos se benefician de los avances científico-técnicos, de la biogenética, de la manipulación de los recursos naturales y viven en sus refugios cerca de 120 ó 130 años, tiempo biológico de nuestras células. Por otro lado, está la vieja humanidad, que vive con la presión de mantener un status de consumo razonable o simplemente en la pobreza, en la marginación o en la exclusión. Éstos, los desheredados y excluidos, viven como siempre ha vivido la humanidad y alcanzan, como mucho, un promedio de 60 – 70 años de expectativa de vida.
En segundo lugar, la crisis del sistema de trabajo: las nuevas formas de producción, cada vez más automatizadas, prescinden del trabajo humano; en su lugar, entra la máquina inteligente. De este modo se destruyen puestos de trabajo y se hacen innecesarios los trabajadores, creando un inmenso ejército de excluidos en todas las sociedades mundiales.
Esta transformación, en la propia naturaleza del proceso tecnológico, exige un nuevo patrón civilizatorio. Habrá desarrollo sin trabajo. La cuestión principal ya no será el trabajo, que en el futuro, podrá ser el lujo de algunos, sino el ocio. ¿Cómo pasar de una sociedad de pleno empleo a una sociedad de plena actividad que garantice la subsistencia individual? ¿Cómo conseguir que el ocio sea creativo, que realice las virtualidades humanas? Liberado del régimen asalariado, a que fue sometido por la sociedad productivista moderna, especialmente la capitalista, el trabajo volverá a su naturaleza original: la actividad creadora del ser humano, la acción plasmadora de lo real, el demiurgo que convertirá los sueños y las virtualidades presentes en los seres humanos en acciones sorprendentes y en obras que expresarán lo que es y lo que puede la creatividad humana ¿Estamos preparados para este salto cualitativo encaminado a la plena expresión humana?
En tercer lugar, emerge la crisis ecológica. Los escenarios son también ampliamente conocidos, difundidos no sólo por reconocidos institutos de investigación que se preocupan por el estado global de la Tierra, sino también por la misma Cruz Roja Internacional y por diversos organismos de la ONU. En las últimas décadas, hemos construido el principio de autodestrucción. La actividad humana, irresponsable ante la máquina de muerte que ha creado, puede ocasionar daños irreparables en la biosfera y destruir las condiciones de vida de los seres humanos. En una palabra, vivimos bajo una grave amenaza de desequilibrio ecológico, que puede afectar a la tierra como sistema integrador de sistemas. La Tierra es como un corazón. Gravemente lesionado, el resto de los organismos vitales se verán afectados: los climas, aguas potables, la química de los suelos, los microorganismos y las sociedades humanas. La sustentabilidad del planeta, tejida por miles de millones de años de trabajo cósmico, puede verse desbaratada. La Tierra buscará un nuevo equilibrio que, seguramente, traerá consigo una inmensa devastación de vidas. Este principio de autodestrucción invoca urgentemente otro, el principio de corresponsabilidad que deriva de nuestra existencia como especie y como planeta. Si queremos continuar la aventura terrenal y cósmica, tenemos que tomar decisiones colectivas que estén ordenadas a la salvaguarda de la creación y al mantenimiento de las condiciones generales que permitan a la evolución seguir su curso, todavía abierto.
2. La revolución posible en tiempos de globalización
La causa principal de la crisis social está vinculada al modo en que las sociedades modernas se organizan en cuanto al acceso, la producción y la distribución de los bienes naturales y culturales. Este modo es profundamente desigual, porque privilegia a las minorías que detentan el tener, el poder y el saber frente a las grandes mayorías que viven del trabajo; en nombre de tales títulos, se apropian de manera privada de los bienes producidos por el esfuerzo de todos. Los vínculos de solidaridad y de cooperación no son axiales, sino que el eje lo constituyen la actividad individual y la competitividad, creadoras permanentes de la segregación social de millones y millones de marginados, de excluidos y víctimas.
La raíz de la alarma ecológica reside en el tipo de relación que los humanos han mantenido, en los últimos siglos, con la Tierra y con sus recursos: una relación de dominio, de no reconocimiento de su alteridad y de falta del cuidado necesario y del respeto imprescindible que exige toda alteridad. El proyecto científico-tecnológico, con las características que hoy posee, sólo ha sido posible porque existía subyacente la voluntad de poder y de estar sobre la naturaleza y no junto a ella y porque se ha destruido la conciencia de una gran comunidad biótica, terrenal y cósmica, en la que se encuentra inserto el ser humano, junto con los demás seres.
Esta constatación no representa una actitud oscurantista frente al saber científico-técnico y de la forma que ha sido apropiado en el seno de un proyecto de dominium mundi. Este proyecto implica la destrucción de la alianza de convivencia armónica entre los seres humanos y la naturaleza, a favor de intereses exclusivamente utilitarista y escasamente solidarios. No se ha tenido en cuenta la subjetividad, la autonomía y la alteridad de los seres y de la propia naturaleza.
No obstante, es importante reconocer que el proyecto científico-tecnológico ha aportado innumerables comodidades para la existencia humana. Nos ha llevado hasta el espacio exterior, creando la posibilidad de supervivencia de la especie homo sapiens/demens en caso de una eventual catástrofe antropológica. Ha universalizado formas de mejora de vida (en la salud, vivienda, transporte, comunicaciones, etc.) como nunca antes se había producido en la historia humana. Por tanto, ha desempeñado una función liberadora inestimable. Hoy, sin embargo, la prolongación de este tipo de apropiación utilitarista y antiecológica puede alcanzar límites infranqueables y, por tanto, desastrosos. De hecho, para conservar el patrimonio natural y cultural acumulado tenemos que cambiar. Si no cambiamos de paradigma civilizatorio, si no reinventamos unas relaciones más benéficas y sinérgicas con la naturaleza y de mayor colaboración entre los diversos pueblos, culturas y religiones, difícilmente podremos mantener la sustentabilidad necesaria para realizar el proyecto humano, abierto al futuro y al infinito.
Para resolver estos tres problemas globales, en realidad, se debería hacer una revolución también global. Sin embargo, en nuestra opinión, el tiempo de las revoluciones clásicas, las que se han producido y que conocemos, pertenece a otro tipo de historia, caracterizada por las culturas regionales y por los estados-nación. Para la revolución global aludida, sería necesaria una ideología revolucionaria global, con unos líderes sociales globales que estuvieran articulados de tal modo y que tuvieran tal cohesión y tanto poder, que fueran capaces de imponerse a todos. Ahora bien, esta situación ni se da ni, posiblemente, se dará en un futuro próximo. Los problemas piden a gritos un encauzamiento, pues sin él podemos ir al encuentro de lo peor.
La solución que muchos analistas proponen y que nosotros asumimos ─y que constituye la razón de nuestro texto─ es encontrar un nuevo fundamento para el cambio necesario. Este fundamento debería descansar en algo que fuera realmente común y global, de fácil comprensión y realmente viable. Partimos de la hipótesis de que ese fundamento debería ser ético, una ética mínima a partir de la cual se abrirían posibilidades de solución y de salvación de la Tierra, de la humanidad y de los desempleados estructurales.
Acertadamente lo reconoció el exgobernador de Brasilia, el pedagogo y economista Cristovam Buarque: «El programa de erradicación de la pobreza no será resultado de una evolución social, ni será posible con el poder exclusivo de un único partido; sea cual sea el gobierno, será necesaria una base de apoyo amplia, basada en la coalición que se hará por razones éticas mucho más que por razones políticas» (A segunda abolição, Paz e Terra, Rio de Janeiro 1999, p.30).
Así pues, se debería establecer, en esta línea, un pacto ético fundado, como veremos, no tanto en la razón ilustrada, cuanto en el pathos, es decir, en la sensibilidad humanitaria y en la inteligencia emocional expresadas por el ciudadano, la responsabilidad social y ecológica, por la solidaridad generacional y por la compasión, actitudes estas capaces de conmover a las personas y de moverlas a una nueva práctica histórico-social liberadora. Urge una revolución ética mundial.
Esta revolución ética debe concretarse dentro de la nueva situación en que se encuentran la Tierra y la humanidad: el proceso de globalización que configura una nueva plataforma de realización de la historia y del propio planeta. En este marco han de emerger la nueva sensibilidad y el nuevo ethos, una revolución posible en estos tiempos de globalización.
Por ethos entendemos el conjunto de las intuiciones, de valores y principios que orientan las relaciones humanas con la naturaleza, con la sociedad, con las alteridades, con uno mismo y con el sentido trascendente de la existencia: Dios.
Este ethos nace limpio de deseos, del mismo modo que Atenea nació completamente armada de la cabeza de Júpiter. Pero, toda ética nace de una nueva óptica. Y toda nueva óptica irrumpe de una profunda inmersión en la experiencia del ser, de una nueva percepción del todo ligado, «religado» en sus partes y conectado con la fuente originaria, de donde dimanan todos los entes.

LECTURA Nº 18: LA CARTA DE LA TIERRA
Fragmentos tomados con fines instruccionales de:

Boff, L. (2001). Ética planetaria desde el Gran Sur. La carta de la tierra. España. Editorial Trotta. S. A. Pp. 105 – 115.









Nota explicativa: Querido estudiante, queremos que sepas que, a nivel mundial, muchas personas y organizaciones están preocupadas por el futuro del planeta y esto se ha expresado, desde hace más de medio siglo, a través de creaciones de grupos, organizaciones no gubernamentales, organismos gubernamentales, entre otros. De esta preocupación, surge, en la década de los años 90, el llamado Consejo de la Tierra, con sede en Costa Rica, que junto al conocido movimiento Cruz Verde Internacional, asumieron la responsabilidad de elaborar un documento, con repercusiones mundiales, para resguardar la tierra y que denominaron “La Carta de la tierra”. En 1992, en el contexto de la Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro, se intentó elaborar este documento para ser leídos y cumplidos por todos los países asistentes a dicho evento, pero no se logró el consenso. En 1997, se elabora el primer borrador, el cual fue sometido a un proceso de consulta hasta 1999. La redacción final se logra del 12 al 14 de marzo de 2000, en reunión del Consejo de la Tierra, realizado en la sede de la UNESCO, en París. Allí, la UNESCO asume la Carta. Pero, aun esta redacción final está en proceso de revisión y enriquecimiento, con el fin de lograr el respaldo de la ONU, el cual aún no se ha logrado.
LA CARTA DE LA TIERRA
Preámbulo
Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global, sostenible y fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras.
La Tierra, nuestro hogar
La humanidad es parte de un vasto universo evolutivo. La Tierra, nuestro hogar, está viva con una comunidad singular de vida. Las fuerzas de la naturaleza promueven a que la existencia sea una aventura exigente e incierta, pero la Tierra ha brindado las condiciones esenciales para la evolución de la vida. La capacidad de recuperación de la comunidad de vida y el bienestar de la humanidad dependen de la preservación de una biosfera saludable, con todos sus sistemas ecológicos, una rica variedad de plantas y animales, tierras fértiles, aguas puras y aire limpio. El medio ambiente global, con sus recursos finitos, es una preocupación común para todos los pueblos. La protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza de la Tierra, es un deber sagrado.

La situación global
Los patrones dominantes de producción y consumo están causando devastación ambiental, agotamiento de recursos y una extinción masiva de especies. Las comunidades están siendo destruidas. Los beneficios del desarrollo no se comparten equitativamente y la brecha entre ricos y pobres se está ensanchando. La injusticia, la pobreza, la ignorancia y los conflictos violentos se manifiestan por doquier y son la causa de grandes sufrimientos. Un aumento sin precedentes de la población humana ha sobrecargado los sistemas ecológicos y sociales. Los fundamentos de la seguridad global están siendo amenazados. Estas tendencias son peligrosas, pero no inevitables.

Los retos venideros
La elección es nuestra: formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida. Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, instituciones y formas de vida. Debemos darnos cuenta de que, una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refiere primordialmente a ser más, no a tener más. Poseemos el conocimiento y la tecnología necesarios para proveer a todos y para reducir nuestros impactos sobre el medio ambiente. El surgimiento de una sociedad civil global, está creando nuevas oportunidades para construir un mundo democrático y humanitario. Nuestros retos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales, están interrelacionados y juntos podemos proponer y concretar soluciones comprensivas.

Responsabilidad Universal
Para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales. Somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados. Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud. El espíritu de solidaridad humana y de afinidad, con toda la vida, se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.
Necesitamos urgentemente una visión compartida sobre los valores básicos que brinden un fundamento ético para la comunidad mundial emergente. Por lo tanto, juntos y con una gran esperanza, afirmamos los siguientes principios interdependientes, para una forma de vida sostenible, como un fundamento común, mediante el cual se deberá guiar y valorar la conducta de las personas, organizaciones, empresas, gobiernos e instituciones transnacionales.


PRINCIPIOS
I. RESPETO Y CUIDADO DE LA COMUNIDAD DE LA VIDA

1. Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad.
a. Reconocer que todos los seres son interdependientes y que toda forma de vida independientemente de su utilidad, tiene valor para los seres humanos.
b. Afirmar la fe en la dignidad inherente a todos los seres humanos y en el potencial intelectual, artístico, ético y espiritual de la humanidad.
2. Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.
a. Aceptar que el derecho a poseer, administrar y utilizar los recursos naturales conduce hacia el deber de prevenir daños ambientales y proteger los derechos de las personas.
b. Afirmar, que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.
3. Construir sociedades democráticas, que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas.
a. Reconocer que la libertad de acción de cada generación se encuentra condicionada por las necesidades de las generaciones futuras.
b. Promover la justicia social y económica, posibilitando que todos alcancen un modo de vida seguro y digno, pero ecológicamente responsable.
4. Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras.
a. Reconocer que la libertad de acción de cada generación se encuentra condicionada por las necesidades de las generaciones futuras.
b. Transmitir a las futuras generaciones valores, tradiciones e instituciones, que apoyen la prosperidad a largo plazo, de las comunidades humanas y ecológicas de la Tierra.
Para poder realizar estos cuatro compromisos generales, es necesario:

II. INTEGRIDAD ECOLÓGICA
5. Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra, con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida.
a. Adoptar, a todo nivel, planes de desarrollo sostenible y regulaciones que permitan incluir la conservación y la rehabilitación ambientales, como parte integral de todas las iniciativas de desarrollo.
b. Establecer y salvaguardar reservas viables para la naturaleza y la biosfera, incluyendo tierras silvestres y áreas marinas, de modo que tiendan a proteger los sistemas de soporte a la vida de la Tierra, para mantener la biodiversidad y preservar nuestra herencia natural.
c. Promover la recuperación de especies y ecosistemas en peligro.
d. Controlar y erradicar los organismos exógenos o genéticamente modificados, que sean dañinos para las especies autóctonas y el medio ambiente; y además, prevenir la introducción de tales organismos dañinos.
e. Manejar el uso de recursos renovables como el agua, la tierra, los productos forestales y la vida marina, de manera que no se excedan las posibilidades de regeneración y se proteja la salud de los ecosistemas.
f. Manejar la extracción y el uso de los recursos no renovables, tales como minerales y combustibles fósiles, de forma que se minimice su agotamiento y no se causen serios daños ambientales.
6. Evitar dañar como el mejor método de protección ambiental y cuando el conocimiento sea limitado, proceder con precaución.
a. Tomar medidas para evitar la posibilidad de daños ambientales graves o irreversibles, aun cuando el conocimiento científico sea incompleto o inconcluso.
b. Imponer las pruebas respectivas y hacer que las partes responsables asuman las consecuencias de reparar el daño ambiental, principalmente para quienes argumenten que una actividad propuesta no causará ningún daño significativo.
c. Asegurar que la toma de decisiones contemple las consecuencias acumulativas, a largo término, indirectas, de larga distancia y globales de las actividades humanas.
d. Prevenir la contaminación de cualquier parte del medio ambiente y no permitir la acumulación de sustancias radioactivas, tóxicas u otras sustancias peligrosas.
e. Evitar actividades militares que dañen el medio ambiente.
7. Adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que salvaguarden las capacidades regenerativas de la Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario.
a. Reducir, reutilizar y reciclar los materiales usados en los sistemas de producción y consumo y asegurar que los desechos residuales puedan ser asimilados por los sistemas ecológicos.
b. Actuar con moderación y eficiencia al utilizar energía y tratar de depender cada vez más de los recursos de energía renovables, tales como la solar y eólica.
c. Promover el desarrollo, la adopción y la transferencia equitativa de tecnologías ambientalmente sanas.
d. Internalizar los costos ambientales y sociales totales de bienes y servicios en su precio de venta y posibilitar que los consumidores puedan identificar productos que cumplan con las más altas normas sociales y ambientales.
e. Asegurar el acceso universal al cuidado de la salud que fomente la salud reproductiva y la reproducción responsable.
f. Adoptar formas de vida que pongan énfasis en la calidad de vida y en la suficiencia material en un mundo finito.
8. Impulsar el estudio de la sostenibilidad ecológica y promover el intercambio abierto y la extensa aplicación del conocimiento adquirido.
a. Apoyar la cooperación internacional científica y técnica sobre sostenibilidad, con especial atención a las necesidades de las naciones en desarrollo.
b. Reconocer y preservar el conocimiento tradicional y la sabiduría espiritual en todas las culturas que contribuyen a la protección ambiental y al bienestar humano.
c. Asegurar que la información de vital importancia para la salud humana y la protección ambiental, incluyendo la información genética, esté disponible en el dominio público.

III. JUSTICIA SOCIAL Y ECONÓMICA
9. Erradicar la pobreza como un imperativo ético, social y ambiental.
a. Garantizar el derecho al agua potable, al aire limpio, a la seguridad alimenticia, a la tierra no contaminada, a una vivienda y a un saneamiento seguro, asignando los recursos nacionales e internacionales requeridos.
b. Habilitar a todos los seres humanos con la educación y con los recursos requeridos para que alcancen un modo de vida sostenible y proveer la seguridad social y las redes de apoyo requeridos para quienes no puedan mantenerse por sí mismos.
c. Reconocer a los ignorados, proteger a los vulnerables, servir a aquellos que sufren y posibilitar el desarrollo de sus capacidades y perseguir sus aspiraciones.
10. Asegurar que las actividades e instituciones económicas, a todo nivel, promuevan el desarrollo humano de forma equitativa y sostenible.
a. Promover la distribución equitativa de la riqueza dentro de las naciones y entre ellas.
b. Intensificar los recursos intelectuales, financieros, técnicos y sociales de las naciones en desarrollo y liberarlas de onerosas deudas internacionales.
c. Asegurar que todo comercio apoye el uso sostenible de los recursos, la protección ambiental y las normas laborales progresivas.
d. Involucrar e informar a las corporaciones multinacionales y a los organismos financieros internacionales para que actúen transparentemente por el bien público y exigirles responsabilidad por las consecuencias de sus actividades.
11. Afirmar la igualdad y equidad de género como prerrequisito para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad económica.
a. Asegurar los derechos humanos de las mujeres y las niñas y terminar con toda la violencia contra ellas.
b. Promover la participación activa de las mujeres en todos los aspectos de la vida económica, política, cívica, social y cultural, como socias plenas e iguales en la toma de decisiones, como líderes y como beneficiarias.
c. Fortalecer las familias y garantizar la seguridad y la crianza amorosa de todos sus miembros.
12. Defender el derecho de todos, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad humana, la salud física y el bienestar espiritual, con especial atención a los derechos de los pueblos indígenas y las minorías.
a. Eliminar la discriminación en todas sus formas, tales como aquellas basadas en la raza, el color, el género, la orientación sexual, la religión, el idioma y el origen nacional, étnico o social.
b. Afirmar el derecho de los pueblos indígenas a su espiritualidad, conocimientos, tierras, recursos y a sus prácticas vinculadas a un modo de vida sostenible.
c. Honrar y apoyar a los jóvenes de nuestras comunidades, habilitándolos para que ejerzan su papel esencial en la creación de sociedades sostenibles.
d. Proteger y restaurar lugares de importancia que tengan un significado cultural y espiritual.

IV. DEMOCRACIA, NO VIOLENCIA Y PAZ
13. Fortalecer las instituciones democráticas en todos los niveles y brindar transparencia y rendimiento de cuentas en la gobernabilidad, participación inclusiva en la toma de decisiones y acceso a la justicia.
a. Sostener el derecho de todos a recibir información clara y oportuna sobre asuntos ambientales, al igual que sobre todos los planes y actividades de desarrollo que los pueda afectar o en los que tengan interés.
b. Apoyar la sociedad civil local, regional y global y promover la participación significativa de todos los individuos y organizaciones interesados en la toma de decisiones.
c. Proteger los derechos a la libertad de opinión, expresión, reunión pacífica, asociación y disensión.
d. Instituir el acceso efectivo y eficiente de procedimientos administrativos y judiciales independientes, incluyendo las soluciones y compensaciones por daños ambientales y por la amenaza de tales daños.
e. Eliminar la corrupción en todas las instituciones públicas y privadas.
f. Fortalecer las comunidades locales, habilitándolas para que puedan cuidar sus propios ambientes y asignar la responsabilidad ambiental en aquellos niveles de gobierno en donde puedan llevarse a cabo de manera más efectiva.
14. Integrar en la educación formal y en el aprendizaje a lo largo de la vida, las habilidades, el conocimiento y los valores necesarios para un modo de vida sostenible.
a. Brindar a todos, especialmente a los niños y los jóvenes, oportunidades educativas que les capaciten para contribuir activamente al desarrollo sostenible.
b. Promover la contribución de las artes y de las humanidades, al igual que de las ciencias, para la educación sobre la sostenibilidad.
c. Intensificar el papel de los medios masivos de comunicación en la toma de conciencia sobre los retos ecológicos y sociales.
d. Reconocer la importancia de la educación moral y espiritual para una vida sostenible.
15. Tratar a todos los seres vivientes con respeto y consideración.
a. Prevenir la crueldad contra los animales que se mantengan en las sociedades humanas y protegerlos del sufrimiento.
b. Proteger a los animales salvajes de métodos de caza, trampa y pesca, que les causen un sufrimiento extremo, prolongado o evitable.
c. Evitar o eliminar, hasta donde sea posible, la toma o destrucción de especies por simple diversión, negligencia o desconocimiento.
16. Promover una cultura de tolerancia, no violencia y paz.
a. Alentar y apoyar la comprensión mutua, la solidaridad y la cooperación entre todos los pueblos tanto dentro como entre las naciones.
b. Implementar estrategias amplias y comprensivas para prevenir los conflictos violentos y utilizar la colaboración en la resolución de problemas para gestionar y resolver conflictos ambientales y otras disputas.
c. Desmilitarizar los sistemas nacionales de seguridad al nivel de una postura de defensa no provocativa y emplear los recursos militares para fines pacíficos, incluyendo la restauración ecológica.
d. Eliminar las armas nucleares, biológicas y tóxicas y otras armas de destrucción masiva.
e. Asegurar que el uso del espacio orbital y exterior apoye y se comprometa con la protección ambiental y la paz.
f. Reconocer que la paz es la integridad creada por relaciones correctas con uno mismo, otras personas, otras culturas, otras formas de vida, la Tierra y con el todo más grande, del cual somos parte.

martes, 13 de noviembre de 2007

LECTURA Nº 15: EL CRECIENTE APETITO POR PETRÓLEO Y GAS NATURAL DE LOS PAÍSES EN DESARROLLO










En las dos décadas pasadas, el crecimiento registrado en el mundo en desarrollo ha resultado en un aumento agudo en el consumo mundial de energía. Ese crecimiento, combinado con la creciente demanda de petróleo y gas en Estados Unidos, podría crear tensión en los sistemas energéticos y las condiciones ambientales mundiales en el transcurso del siglo XXI.
La búsqueda de energía creará nuevos retos económicos y estratégicos y alterará las relaciones geopolíticas. El resultado de estos acontecimientos dependerá de las políticas que adopten los principales involucrados en el mundo en desarrollo y Estados Unidos. Las cuestiones territoriales y el nacionalismo siguen siendo temas decisivos en las relaciones internacionales. Esto significa, que se debe manejar con cuidado la seguridad energética de todos, para que no se propaguen otras patologías en las deliberaciones en el terreno de la energía.
CONSUMO DE ENERGÍA DEL MUNDO EN DESARROLLO
La población continuará creciendo mucho más rápidamente en los países en desarrollo que en el resto del mundo. Para 2030, el porcentaje de la población mundial, que vive en las regiones en desarrollo, podría alcanzar el 81 por ciento, según pronósticos de las Naciones Unidas. Junto con la rápida expansión económica prevista en los mercados en surgimiento, el rápido crecimiento poblacional llevará a aumentos drásticos en la demanda de energía en el mundo en desarrollo.
Según pronósticos de Perspectivas Mundiales de Energía en 2002 de la Organización Internacional de Energía (OIE), la demanda mundial de energía primaria, en 2030, puede sobrepasar cerca de dos tercios el nivel del año 2000, alcanzando al final de ese período pronosticado un equivalente de 15.300 millones de toneladas de petróleo anual, representando los países en desarrollo un 62 por ciento del aumento. De igual manera, la Administración de Información sobre Recursos Energéticos de Estados Unidos (EIA) prevé que para el año 2025, el consumo de energía en el mundo en desarrollo habrá aumentado a casi el doble.
Debido a que se prevé que las economías en surgimiento dependerán mayormente del carbón y de otros combustibles fósiles, éstas contribuirán mucho más a las emisiones mundiales de bióxido de carbono a medida que aumente rápidamente su demanda de energía. Se prevé que los países en desarrollo representarán dos tercios del aumento pronosticado en las emisiones de bióxido de carbono, las que, según muchos científicos, contribuyen al calentamiento mundial. Cuatro países principales solamente (Indonesia, China, India y Brasil) emitirán 2.000 millones de toneladas de carbono anuales para el año 2010, lo que creará dificultades especiales para la cooperación internacional en las cuestiones relacionadas con el clima. Estados Unidos y las otras naciones industrializadas deben involucrar a estos países en iniciativas multilaterales sobre el clima, como la investigación y el desarrollo de tecnologías de energía más limpia.
El crecimiento en América Latina, donde se anticipa que para el 2015, la demanda de energía primaria aumente en casi el doble de los niveles de 1999, contribuirá también considerablemente a la geopolítica energética del futuro. En lugar de ser una importante región abastecedora para Estados Unidos, América Latina podría llegar a ser una importante región consumidora, que deberá ser incluida en los sistemas internacionales de reservas para emergencias y en las iniciativas sobre energía alternativa.
Se anticipa que el enorme crecimiento en Asia contribuirá considerablemente al mayor consumo de energía en el mundo en desarrollo e impactará grandemente el consumo de petróleo en el mundo, teniendo, por lo tanto, el mayor impacto en las cambiantes tendencias geopolíticas del petróleo. En los países asiáticos en desarrollo, donde se prevé que el consumo de energía alcanzará una tasa de crecimiento medio anual del tres por ciento, comparada con el crecimiento de 1,7 por ciento para toda la economía mundial, se anticipa que la demanda de energía aumentará en más del doble en las dos décadas próximas. Según los pronósticos de la OIE, la demanda en la región representará un 69 por ciento del aumento total previsto en el consumo del mundo en desarrollo y cerca de un 40 por ciento del aumento en el consumo mundial total de energía.
El rápido crecimiento económico de Asia, la enorme urbanización, la drástica expansión en el sector del transporte, y los programas de electrificación, políticamente importantes, tendrán un efecto drástico en la dependencia de energía importada en la región. Si no aumentan en forma significativa los abastecimientos de recursos energéticos renovables y/o las nuevas tecnologías energéticas, el consumo de crudo y gas natural en Asia aumentará sustancialmente y con ello aumentarán considerablemente los retos ambientales. En vista de los recursos insuficientes de la región y su ya alta dependencia de petróleo importado, se anticipa que Asia ejercerá una creciente presión sobre el Oriente Medio y Rusia en los años venideros.
Según el Informe sobre el Mercado Petrolero de 2001, publicado por el Grupo de Inteligencia Energética, un servicio de investigación independiente, el consumo de petróleo en Asia, que excede los 20 millones de barriles diarios, ya es mayor que el de Estados Unidos. Para el año 2010, el consumo total de petróleo en Asia podría ser de 25 a 30 millones de barriles diarios, la mayoría de los cuales deberá importarse fuera de la región. Puede esperarse que las importaciones de petróleo de China aumenten de unos 1,4 millones de barriles diarios en 1999, a unos 3 a 5 millones de barriles diarios en 2010. Esto ha despertado temores en Tokio, Seúl y Nueva Delhi, acerca de competencia o de una confrontación en cuanto a los abastecimientos y las líneas de transporte de los recursos energéticos.
REPERCUSIONES GEOPOLÍTICAS
Puede anticiparse que la atención diplomática, estratégica y comercial de ciertos países asiáticos cambiará en vista de la creciente necesidad de importar recursos energéticos y que ello conducirá a un fortalecimiento de los vínculos económicos y políticos entre los estados asiáticos individuales, los principales países exportadores de petróleo del Oriente Medio y los estados petroleros africanos. Estos vínculos pueden significar nuevos retos para el Occidente en lo que respecta a arbitrar posibles conflictos regionales y una rivalidad en cuanto a abastecimientos energéticos seguros, especialmente en casos de interrupción de los abastecimientos, guerra, u otro tipo de emergencias. Por ejemplo, la diplomacia petrolera proactiva de China y su campaña de inversión en petróleo y gas extranjeros, han suscitado preocupación en algunas partes en el sentido de que esta potencia internacional en surgimiento, debido a su creciente necesidad de petróleo, podría ser susceptible a presiones por parte de los estados productores de petróleo que procuran obtener sistemas de armamentos avanzados o armas de destrucción en masa.
Las preocupaciones medioambientales podrían empeorar los temores sobre la seguridad energética y crear otros tipos de tensiones en el sistema político internacional. De esta manera, son convincentes los beneficios de una cooperación multilateral entre Occidente y el mundo en desarrollo en la búsqueda de soluciones conjuntas a los desafíos del abastecimiento de energía ambientales. Debería considerarse esto de gran prioridad en las gestiones diplomáticas internacionales.
Los costos potencialmente altos de una confrontación por causa de los abastecimientos energéticos y de la degradación del medio ambiente motivan a algunas naciones asiáticas a desarrollar tecnologías energéticamente más eficientes y formas de energía alternativas. Sin embargo, es más probable que en el plazo cercano se trate de diversificar tanto las formas de usar la energía como las fuentes de donde proceden los abastecimientos.
Existe un potencial enorme de mayor participación de Estados Unidos en aumentar la cooperación en desarrollar nuevas tecnologías energéticamente eficientes y combustibles alternativos más limpios, tanto para asegurar la paz y la estabilidad en el mundo como para promover sus propios esfuerzos de asegurar un futuro energético más prometedor.
No obstante, toda la atención que se presta al crecimiento económico en Asia, el aumento constante de las importaciones estadounidenses de petróleo es un factor asombroso en los mercados petroleros mundiales. Las importaciones netas estadounidenses aumentaron de 6,79 millones de barriles diarios en 1991 a 10,2 millones de barriles diarios en 2000. El comercio mundial del petróleo; es decir, la cantidad de petróleo que se exporta de un país a otro, aumentó durante el mismo período de 33,3 millones de barriles diarios a 42,6 millones de barriles diarios. Esto significa que las importaciones estadounidenses de petróleo representaron más de una tercera parte del aumento registrado en el petróleo que se ha comerciado en el mundo en los últimos diez años. En lo que respecta al comercio petrolero con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el mercado de importación estadounidense fue aún más significativo — más del 50 por ciento del aumento en la producción de OPEP, entre los años 1991 y 2000, fue a parar a Estados Unidos. La actual demanda de petróleo de Estados Unidos es de unos 20 millones de barriles diarios, de los que solamente un 40 por ciento se produce internamente.

SATISFACER LAS NECESIDADES DE LOS POBRES
La cooperación en encontrar nuevas fuentes de energía y tecnologías más limpias y eficientes, además de ser un medio valioso para reducir el riesgo de tensiones y conflictos internacionales, es de importancia crítica para asegurar un futuro mejor para el mundo en desarrollo y reducir la pobreza y la enfermedad en muchas partes del planeta. Al presente, más de una cuarta parte de la población del mundo carece de acceso a electricidad y dos quintos están obligados a depender principalmente de la biomasa tradicional — leña y desechos animales —para satisfacer las necesidades básicas de cocinar y calefacción. Aproximadamente el 80 por ciento de estas poblaciones se encuentra en India y África al sur del Sahara. Cuatro de cada cinco personas que carecen de servicios energéticos modernos viven en zonas rurales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), por causa de la contaminación del aire en los hogares, producida por la tradicional energía de biomasa, más de dos millones de mujeres y niños mueren en el mundo cada año debido a infecciones respiratorias.
La dependencia continuada del petróleo conforme, según las tendencias de crecimiento antes descritas, hará que la comunidad internacional dependa más del petróleo de los países de la OPEP, lo cual tendría consecuencias perjudiciales para los pobres del mundo. Si bien se ha argüido con frecuencia que la economía estadounidense es capaz de absorber los costos crecientes del petróleo que pueden resultar de una mayor participación de la OPEP en el mercado de la demanda mundial, un aumento gradual de los costos de energía contribuirá probablemente a ensanchar la brecha económica entre las sociedades industrializadas y el mundo en desarrollo. Según un estudio realizado por la OIE en 2002, sin un gran adelanto tecnológico y si la demanda de petróleo se encara en la forma acostumbrada, más de 1.400 millones de personas seguirán sin electricidad moderna en 2030. Es decir, sólo 200 millones menos que ahora. Además, durante los últimos treinta años, los países en desarrollo han tomado préstamos de miles de millones de dólares de instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para pagar por un petróleo que no está a su alcance. Esta tendencia probablemente empeorará si con el tiempo aumenta la dependencia de la OPEP.
Paradójicamente, la política de los países de la OPEP de promover precios del petróleo cada vez más altos, contribuyendo de esta manera al endeudamiento masivo del mundo en desarrollo, no ha ayudado a elevar los niveles de vida de sus propias poblaciones. En algunos países, los ingresos petroleros se han despilfarrado en corrupción oficial o se emplearon para financiar el aventurismo militar, el terrorismo internacional o programas mayores de adquisición de armamentos. Costos energéticos más bajos, como resultado de nuevos descubrimientos, grandes adelantos en eficiencia energética o en fuentes de energía alternativa, podrían obligar a esos regímenes a perseguir más vigorosamente la diversificación económica y, en los pocos casos, donde pudiera ser aplicable, limitar el capital invertido en programas que sean contrarios a los intereses de Estados Unidos.

UN LLAMADO A LA ACCIÓN
Estados Unidos dispone de muchos medios para influenciar las perspectivas energéticas mundiales. Con el aumento de las importaciones petroleras estadounidenses, factor de gran importancia en los mercados energéticos internacionales, cualquier cambio en la política de Estados Unidos, que pueda reducir en forma significativa el ritmo del aumento en la importación, podría impactar los planes de OPEP para aumentar su participación en el mercado y limitar también las consecuencias medioambientales de la utilización irrestricta de la energía.
Nadie duda de que una combinación de instrumentos y normas fiscales puede desacelerar el aumento estadounidense en la demanda de petróleo como combustible del transporte. Huelga decir que Estados Unidos y Canadá, con una base de consumo mucho más baja, se distinguen de los demás países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Japón y los países de la Unión Europea (UE), mediante impuestos elevados al consumo, lograron fundamentalmente poner fin al aumento en la demanda de petróleo. En ambos casos, se anticipa que el aumento total durante la década actual bajará entre 0,1 y 0,2 por ciento anual. En lo que respecta a la demanda de gasolina, el consumo europeo en realidad está registrando una baja, al optar los consumidores por vehículos propulsados por motores diesel más eficientes.
Entre las estrategias energéticas de Estados Unidos se podría incluir aumentos modestos en los impuestos al combustible, combinados con incentivos para usar combustible diesel de bajo azufre en lugar de gasolina, lo que resultaría en una mayor eficiencia. Además, podría regularse más los vehículos utilitarios deportivos, que están mayormente exonerados de otras normas de eficiencia estadounidenses. Las estrategias podrían incluir reglamentos que obliguen a que las flotillas de vehículos gubernamentales sean propulsadas por gas natural o energía eléctrica. Una tasa de impuesto móvil aplicada a los vehículos nuevos de lujo, basada en su rendimiento por kilometraje, podría ser otra forma de promover tecnologías más eficientes en el mercado sin gravar la gasolina propiamente dicha.
La investigación y el desarrollo deben ser también un medio principal de promover una política energética efectiva. Entre las prioridades estadounidenses de investigación y desarrollo figuran la Iniciativa nacional sobre nanotecnología (NNI), FreedomCar, la Iniciativa para el combustible hidrógeno y el Proyecto del Reactor Experimental Termonuclear Internacional (ITER).
Sin embargo, los críticos afirman que se necesitaría comprometer miles de millones de dólares para promover la ciencia fundamental necesaria para resolver los problemas energéticos y ambientales que la comunidad mundial enfrentará en las décadas venideras. Este esfuerzo de investigación puede hacerse en colaboración con otros países consumidores principales, produciendo beneficios para todos y con el propósito de lograr adelantos revolucionarios en energía solar, eólica, carbón de combustión limpia, hidrógena, fusión, una nueva generación de reactores por fisión, células combustibles, pilas y una nueva red de energía eléctrica que pueda unir a todas estas fuentes de energía.
Además de las iniciativas estadounidenses, no hay duda que existe lugar considerable para aumentar la eficiencia energética en otras principales sociedades consumidoras de energía en el mundo en desarrollo. A medida que los principales países consumidores de energía como Rusia, China, India y Brasil alteran radicalmente sus señales económicas asociadas a los costos de la energía, e inyectan principios de precios basados en el mercado como sustituto de los abastecimientos energéticos subsidiados, los ahorros en la demanda de petróleo pueden ser drásticos, especialmente en los sectores doméstico y de generación de energía. El avance continuo hacia la liberalización del mercado de la energía en todo el mundo, especialmente en otros terrenos, aparte del sector del transporte, puede impactar de forma significativa el aumento de las necesidades de energía primaria en el mundo en desarrollo.
El gobierno de Estados Unidos debe adoptar también una postura mucho más proactiva frente a Rusia y China en lo que respecta al sector energético internacional. Podría servir de ayuda a Estados Unidos y otros países miembros de la OIE, romper el dominio que la OPEP ejerce sobre el mercado de la energía y ayudar a estas dos importantes potencias energéticas a definir sus propias metas, de manera que sean compatibles con los objetivos de Estados Unidos. China necesita que se la aliente a mejorar sus planes para las reservas estratégicas, y hay maneras de que Estados Unidos pueda asistirla en hacerlo, ya sea auspiciando el ingreso de China en la OIE o asistiendo en la creación de nuevos arreglos regionales de seguridad energética.
Por último, Estados Unidos y otros países industriales pueden hacer mucho más para mejorar los mecanismos institucionales que favorecen a los mercados, en lugar de la intervención política de los productores de petróleo. Estados Unidos debe demostrar su liderazgo y examinar seriamente las maneras de armonizar las reglas del comercio y la inversión petrolera mundial con las reglas que rigen el comercio de los bienes manufacturados y los servicios. Esto significaría incrementar el comercio y la inversión libres dentro de los países de la OIE y discriminar activamente a aquellos países que no permiten la inversión extranjera en sus recursos energéticos y que limitan sus exportaciones para manipular los precios. La liberalización y el acceso abierto a la inversión en todos los recursos energéticos internacionales significarían su desarrollo oportuno en lugar de las demoras inquietantes que existen hoy. Debido a la falta de normas mundiales en el sector petrolero, el mundo experimenta limitaciones en el abastecimiento por motivos políticos y de inversión de capital que paralizan a la economía mundial y perpetúan la pobreza en los países energéticamente pobres de África y Asia. La experiencia vivida por Rusia en los últimos cinco años, el rápido crecimiento de su producción de petróleo seguido de una liberalización económica, debería servir de ejemplo a otros países que todavía siguen cerrados de los beneficios que se obtienen con el aumento de los ingresos y la producción.
LECTURA Nº 14: LA SITUACIÓN ENERGÉTICA MUNDIAL









INTRODUCCIÓN

El siglo XXI es el período de transición que divide en dos la historia de la humanidad. Por un lado, tenemos el crecimiento de población y consumo sin sentir los límites del planeta Tierra. Por el otro lado, saturamos la capacidad de sustentación del planeta.
En esta charla describo la situación energética mundial. Primero presento los datos y luego mis conclusiones personales. Ustedes podrán llegar a conclusiones diferentes a las mías, siempre y cuando se sujeten a los datos numéricos.
Esta conferencia se dicto, en 1978, en la Escuela Politécnica Nacional. Revisando los datos que presenté entonces, encuentro que no necesitan revisión alguna. La incertidumbre en algunos de los datos no se debe a nuestro desconocimiento de los recursos del planeta, sino a nuestro desconocimiento de las opciones que escoja la humanidad.
2. DATOS
El consumo de energía por persona depende de su “estilo” de vida como se indica en la Tabla 1.1 Notamos que en sociedades tecnológicas, cada persona consume 100 veces la energía que necesita como alimento.
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1Mediremos la energía en las siguientes unidades: 1 Q _ 1018 Btu = 3.3 × 1010 KW× año = 3 × 1014 kWh = 1000 Quads. Esta es energía térmica. Energía térmica puede convertirse a energía eléctrica con un rendimiento de aproximadamente 30%. Mediremos el consumo de potencia en Q/año, o enW= 21 kcal/día. Para referencia, el consumo mundial en 1998 fue de 0.38 Q/año. El alimento que necesita una persona es de 2500 kcal/día = 121 W. Las plantas terrestres capturan, mediante fotosíntesis, aproximadamente 1 Q de energía solar al año.
Como se observa en la Tabla 2, las principales fuentes de energía son petróleo, gas y carbón, con contribuciones de generación hidroeléctrica, biomasa y nuclear.
Las reservas energéticas recuperables no renovables y el potencial de fuentes renovables se indican en la Tabla 3. Este cuadro supone que el recurso se utiliza únicamente como fuente de energía. Por ejemplo, el petróleo se utiliza para la fabricación de plásticos, fertilizantes y muchos otros productos petroquímicos. La fusión nuclear aún no se ha demostrado. La energía nuclear de fisión, especialmente de uranio no enriquecido (o “breeder reactor”), tiene gravísimos problemas de deshechos radioactivos, accidentes nucleares y proliferación de plutonio que se utiliza para construir bombas. La producción de 0.015 Q/año de biomasa corresponde a destinar aproximadamente 1/7 de toda la tierra arable a la producción de energía. Cualquier producción adicional de bio-energía se ha incluido en el rubro más incierto de “energía” solar. La energía hidroeléctrica en 1977 fue de 0.012 Q. La energía proveniente de todos los recursos renovables que se indican en la Tabla 3.
El potencial de energía solar indicado en la Tabla 3 (que incluye calentamiento solar, celdas solares y bio-tecnología avanzada) es difícilmente alcanzable en la práctica debido a la elevada inversión que requiere.
En la Tabla 4, se consideran varias alternativas de población y consumo. La alternativa A corresponde al consumo por persona promedio mundial pre-industrial (1850). La alternativa B corresponde al consumo por persona promedio mundial en 1977. Las alternativas C, D y E corresponden al consumo por persona promedio de USA en 1977, o sea a la sociedad tecnológica de la Tabla 1. Notamos que el consumo por persona en Ecuador es de 0.8 KW térmicos. Una vez más notamos que el consumo mundial en 1998 fue de 0.38 Q/año, lo que se sitúa entre las alternativas B y C.
En la última línea de la Tabla 4, se indica el tiempo hasta agotar todos los combustibles fósiles recuperables como única fuente de energía, incluyendo petróleo, gas, carbón y arenas bituminosas. Supone, en forma optimista, 48 Q de energía, o sea 20% de reservas nuevas. En la Tabla 4, observamos que no es posible que todos los habitantes actuales del planeta Tierra lleguen al nivel de consumo de energía de los países “desarrollados”.
En la Figura 1 se presenta la población y los límites alimenticios y de energía renovable del planeta Tierra. Observamos que la población fue de 6 mil millones en el año 2000, que crecerá hasta alcanzar un máximo de aproximadamente 9 mil millones en el año 2050 (cerca del límite alimenticio del planeta) y que luego decrecerá. La distribución de población por edades se indica en la Figura 2. Notamos que los países ricos tienen una población estacionaria, que corresponde a una distribución de población independiente de la edad. En cambio, los países pobres tienen una población en que predominan los jóvenes, que entrarán a la edad fértil. Por lo tanto, la población de países pobres continuará creciendo como se indica en la Figura 1. La fertilidad (número de hijos por mujer), en países pobres, ha descendido de 6.7 hasta 1965, a 2.8 en 1998. La Figura 1 supone que la fertilidad disminuirá a 1.8 en el año 2015.
La producción de petróleo, proyectada por M. King Hubbert en los años 1970, se indica en la Figura 3. Esta predicción es todavía válida hoy. Para quien no cree que se están agotando las reservas mundiales recuperables de petróleo basta dar estos datos: el número de barriles de petróleo, obtenidos por pie de pozo perforado ha caído de 200 en 1920, a 20 en 1950, a 5 en 1977, y prácticamente a cero desde entonces, a pesar del avance de la tecnología.
Notamos en la Figura 3, que la oferta de petróleo comenzará a descender aproximadamente en el año 2010 y nunca más podrá satisfacer la demanda. Esto producirá, necesariamente y a corto plazo, un profundo cambio de estilo de vida de la humanidad.
Es importante entender la siguientes cita de M. King Hubbert: “Cuando el costo del petróleo, que se usa como fuente de energía, es mayor que un barril de petróleo, la producción cesará, no importa el precio que pueda tener la moneda. Nuestra ignorancia no es tan inmensa como nuestro fracaso a usar lo que nosotros sabemos.”

Figure 1: Población, límites alimenticios y de energía renovable del planeta Tierra. Este límite energético supone un consumo de 2 KW térmicos por persona.

El tiempo para agotar el uranio y la energía geotérmica se indican en las Tablas 5 y 6.


En la Tabla 7, se indica la población sostenible con energía renovable. Notamos que en la alternativa B (o sea, al nivel de consumo de energía por persona promedio mundial de 2 KW) sólo se puede sostener a una población de 3 mil millones (como se indica en la Figura 1). Notamos que al nivel de consumo del “primer mundo” todas las fuentes renovables (excluyendo la fusión nuclear), sólo podrían sostener a una población de 540 millones.
La Tabla 8 ilustra lo difícil y caro que es cubrir las necesidades de energía con celdas solares. La insolación por metro cuadrado de panel solar fijo, promediado sobre 24 horas del día, latitud y clima, es 200 W. Suponemos un rendimiento total del panel más fuente de poder de 10%. El precio al por mayor de un metro cuadrado de panel es de aproximadamente $500. Notemos, también, que la energía necesaria para fabricar la celda se recupera en 5 a 10 años.
Algunas alternativas de población y consumo de la humanidad, después de agotar los combustibles fósiles a mediados del siglo XXII, se presentan en la Tabla 9. En su opinión, ¿cuál alternativa es más probable? ¿Cuál es ideal? ¿Cómo lograrlo?

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Mencionemos algunos datos de la situación energética del Ecuador. La población crecerá hasta un máximo de aproximadamente 22 millones, en el 2060. El límite alimenticio es de aproximadamente 30 millones. El potencial hidroeléctrico es de aproximadamente 25500 MW pico y 8400 MW medio. Este potencial corresponde a un promedio de 380 W para cada una de las 22 millones de personas. La inversión requerida para alcanzar este potencial es de aproximadamente 38000 millones (utópico a corto plazo). Se requieren leyes para hacer atractiva la inversión del sector privado.
El potencial del recurso forestal del Ecuador es de 3 millones de hectáreas. Destinando la mitad de la producción de éstas 3 millones de hectáreas a bio-energía, se obtendrían aproximadamente 140 W térmicos para cada una de las 22 millones de personas. La inversión correspondiente es de aproximadamente $1050 millones (suponiendo un costo de plantación de bosque de $700/hectárea × 1.5 M hectáreas). Notamos que la plantación de bosques tiene un costo modesto y resolvería en forma productiva el desempleo en Ecuador. El mecanismo práctico para reforestar el Ecuador a corto plazo es mediante la ley Planfor.

3. Conclusiones

• El primer límite natural del planeta Tierra es la energía solar capturada por plantas, agua y viento.
• Ya hemos sobrepasado el límite natural sostenible (debido al uso transitorio de petróleo, gas y carbón).
• La oferta de petróleo nunca más podría satisfacer la demanda.
• En dos décadas la principal fuente de energía será el carbón.
• A corto plazo veremos un profundo cambio de estilo de vida de la humanidad.
• Se requiere un nuevo marco de convivencia entre naciones para sobrevivir en un planeta limitado.
• Las sociedades de consumo C, D y E están en vías de extensión, salvo se generalice el uso de fisión nuclear tipo “breeder”, o se desarrolle la fusión nuclear.
• En ese caso, es toda la humanidad la está en vías de extinción.
• Es un error (en mi opinión) “resolver” el “problema” energético (con fusión nuclear o con reactores de fisión tipo “breeder”), pues permitiría a la humanidad crecer en población y consumo hasta alcanzar límites más dolorosos del planeta Tierra.
• Debemos desarrollarnos en educación, no en población y consumo. Debemos aprender a vivir en armonía con nuestro planeta. Las tres R’s son: Reusar, Reducir, Reciclar. Un mundo sabio tendría 3 mil millones de habitantes, ciudades pequeñas, una vida más austera, sin vehículos privados o aire acondicionado, con calefacción limitada a habitaciones pequeñas, con huertos familiares, o sea más próximos a la madre tierra.
• Este es el ciclo vital: la tierra alimenta a las plantas, las plantas alimentan a los animales, los animales y las bacterias convierten este alimento en abono, el abono alimenta la tierra, la tierra alimenta a las plantas. La energía del sol mueve este ciclo vital. La especie humana, que forma parte del ciclo vital, puede fácilmente desequilibrarlo. La regla para que una sociedad sea sostenible es ésta: devolver a la tierra todo lo que de ella tomamos. Los recursos fósiles de petróleo, gas y carbón nos han permitido romper el equilibrio del ciclo vital y crecer en población y consumo más allá de los límites de sustentabilidad del planeta Tierra. Afortunadamente, estos recursos se agotarán pronto. Si aprendemos esta lección, tomaremos la decisión de no “resolver” el “problema” energético y volveremos a vivir en armonía con la madre Tierra.
• Los indígenas ecuatorianos nos dan una lección de sabiduría: viven en forma sustentable, en armonía con la tierra.
• Es hora de abrir los ojos. Como especie, tenemos una gran oportunidad.
de que sólo un indi­viduo informado y con acceso ilimitado a la información puede ser un ciudadano. Valga acotar que el presidente Caldera deseaba una declaración al menos tan sustanciosa sobre el panicular como las que se expresaron y adoptaron sobre otros asuntos. Sin embargo, debido a la presión manco­munada de los propietarios de los medios de los países iberoamericanos no fue posible lograr un consenso al respecto. Antes de pasar al examen de algunos rasgos de la glo­balización y el posmodernismo, me adelanto a posibles obser­vaciones críticas a la Declaración. Podría argumentarse que es similar a otras declaraciones solemnes, no expresa sino generalidades y no vale por ello ni el papel en el que está escrita. Si bien el tono y algunos aspectos del contenido parecen confir­mar esta impresión, otros la contradicen: es una de las pocas veces que yo recuerde haber leído un documento oficial, pro­ducto de largas e intensas negociaciones entre gobiernos de di­ferente color político-ideológico (de Menem a Castro, para personalizar lo que quiero enfatizar), que haga tan extensas re­ferencias argumentales a la ética de la democracia. También podría objetarse que va a ser muy difícil hacer el seguimiento a las acciones que los Jefes de Estado y de Gobierno prometen acometer para asegurar el cabal cumplimiento de la realiza­ción de los valores éticos señalados. Ello no deja de ser cierto, aunque con dicha realización oCUlTe lo mismo que con la legi­timación: ésta es un proceso que tiene que darse y así reafir­marse diariamente y en la vida cotidiana, nunca llega a un estado ideal y acabado (En este sentido podría hablarse de legitimidad solamente en el caso de medidas o actos políticos concluidos, jamás durante el cotidiano ejercer de la política en democracia).
Del mismo modo, la realización de los valores éticos es una tarea de todos, líderes y ciudadanos co­munes, dirigentes y dirigidos-representados, gobernantes y gobernados. Finalmente, podrá decirse que será harto difícil comprometer a todos los países miembros de la comunidad iberoamericana para que sus gobiernos cumplan plenamente las acciones destinadas a reforzar los valores éticos de la demo­cracia. Ello también es parcialmente cierto, pero podría obviar­se en la medida en que dicha comunidad se afiance cada vez más y logre una cohesión de altas dimensiones, proceso histó­rico que está en marcha y que presenta algunos resultados posi­tivos, desde la ampliación del comercio hasta la intensificación de los intercambios culturales intracomunidad.

GLOBALIZACIÓN Y POSMODERNISMO COMO SÍNTOMAS DE LA CRISIS
Los actuales profetas de la globalización se olvidan de que, desde que se inició en los albores del «largo siglo XVI» (F. Braudel), entre 1450 y 1650, el capitalismo ha sido un sistema económico tendencialmente mundial. En efecto, su implanta­ción en Europa Occidental estuvo acompañada y condiciona­da, como es sabido, por la apertura de lazos comerciales con otras economías-mundo existentes; luego por la expansión te­rritorial de las sociedades en las que surgió endógenamente, primero de Portugal y España hacia las islas del Atlántico frente a la península ibérica, después al norte y al oeste de África y luego a lo que a la postre se llamaría América Latina, en siglos posteriores de otros países (especialmente Inglaterra y los Países Bajos) hacia Asia, Oceanía y el resto de África, hasta que, a finales del siglo XIX, se había extendido al mundo entero. Había absorbido las economías-mundo o civilizaciones o sistemas históricos previamente existentes, destruyendo sus modos de funcionamiento, poniéndolos a su servicio como periferia y conformando un sistema único de división interna­cional del trabajo, no estático sino dinámico y por ende capaz de modificarse con los sucesivos cambios tecnoeconómicos.
Cabe subrayar dos características de tal sistema. Una la com­parte con otras economías-mundo antes de él (las de la anti­güedad, las africanas, la china, la japonesa, la maya, la inca, etc.): funciona sobre la base de la división entre un centro, una periferia y una semiperiferia. La otra es particular: es único como economía y múltiple como sistema de Estados, esto es: parece tener la necesidad de que su evolución -su proceso de acumulación de capital- se realice en unidades sociopolíticas separadas, los Estados-nación; si vale una prueba «negativa»: todos los intentos de unificar políticamen­te el sistema inter-Estados mediante la constitución de impe­rios han fracasado, desde Carlos V pasando por Napoleón hasta el nazifascismo; lo que ocurre en el interior del sistema inter-Estados es una lucha permanente, por largos períodos, por la hegemonía.
La mundialización fue entonces un proceso continuo que aconteció a veces en forma acelerada, otras lentamente, siempre en ciclos y lleno de contradicciones, como el Capita­lismo mismo. Los economistas clásicos de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX lo vieron así; no en vano el libro prin­cipal de Adam Smith se llama “La riqueza de las naciones” y David Ricardo inventó una teoría del comercio exterior llama­da de las ventajas comparativas. Marx y Engels escribieron hace exactamente 150 años en el Manifiesto Comunista:
Mediante la explotación del mercado mundial, la burgue­sía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consu­mo de todos los países. Con gran sentimiento ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civi­lizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más leja­nas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo (...) En lugar del antiguo aislamiento de las regio­nes y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material como a la producción intelectual.

Esto es: acontecieron transformaciones y mutaciones cuanti­tativas y cualitativas en cada fase de la mundialización del sistema histórico, las cuales cambiaron cada vez, con mayor o menor fuerza, la fisonomía del sistema. Todas las acelera­ciones y desaceleraciones fueron multicausales, pero siempre estuvieron fuertemente influenciadas por los cambios tecnoló­gicos: mientras más intensivamente éstos ocurrían, más se acentuaba la mundialización. Igualmente es notorio que cada una de las olas globalizadoras se fundamentaba económica­mente en una mercancía, a veces también en un adelanto tec­nológico.
Lo anterior se lee como un conjunto de lugares comu­nes y parece un ejercicio ocioso (y odioso) de repetir cosas que todo el mundo (culto, se entiende) conoce de sobra. Sin embargo, es necesario recordarlas porque, en la última déca­da y media, el proceso de mundialización fue redescubierto, rebautizado y desvestido de su carácter histórico. Organismos internacionales, economistas, analistas político-sociales y po­líticos hablan de la globalización como si se tratase de un fe­nómeno totalmente nuevo, sin precedentes en la historia y con visos de cambiar total y radicalmente -para mejor- el siste­ma histórico-social vigente, un proceso además inevitable e inexorable, sustraído de la influencia de las prácticas de los actores colectivos e individuales. Este discurso fundamenta­lista o fetichizado se ha reforzado en la medida en que el pen­samiento único se ha impuesto como ideología dominante en prácticamente todo el mundo, fenómeno que fue facilitado, acelerado y promovido por el colapso o la implosión, a fina­les de la década de los ochenta y comienzos de los noventa, de lo que parecía -y se presentaba- como única alternativa al capitalismo a nivel mundial: el socialismo realmente exis­tente, pero también sistemáticamente preparado por asocia­ciones como la Sociedad Mont Pelerin, el origen de los think tanks de los neoliberales.
No cabe duda de que la globalización contemporánea de la mundialización, como otras anteriores, muestra unas características particulares. Por ejemplo, las innovaciones tecnológicas que la impulsan, acompañan y empujan son más profundas y radicales en cuanto al objetivo de la tecnología: el dominio cada vez más perfecto ejercido por el hombre sobre la naturaleza; y a la vez más peligrosas e imprevisibles en cuanto a sus consecuencias: no solamente la biotecnología y la ingeniería genética, sino también la informática y la robótica causan cambios en los que los patrones socioinstitucionales -las instituciones políticas y sus procedimientos y mecanis­mos, los resortes de internalización psíquica en los individuos del sistema histórico vigente- ya no sirven de herramientas de mediación entre el ser humano y su realidad, razón por la cual se desubica, se aísla y se aliena aún más. Es ésta la razón por la cual considero la globalización, en su versión fundamentalis­ta, como un síntoma más de la crisis actual; volveré sobre ello.
La actual aceleración de la mundialización implica en­tonces, otra vez como globalizaciones anteriores, transforma­ciones civilizatorias bastante hondas en el marco de la misma civilización: en la visión del mundo y hasta en la cosmovisión, en los valores y las normas, en las conductas y los hábitos, etc. Por ejemplo, una de sus consecuencias a nivel colectivo y sub­jetivo es el individualismo extremo, fruto del fetichismo del di­nero y del consumo (Corno dato curioso es digno de acotar que esta época llamada por muchos posmaterialista exhibe rasgos de un materialismo extremo, que amenaza seriamente con socavar las bases de solidaridad y cohesión sociales en algunas sociedades mientras que despierta reacciones fundamentalistas en otras).
La globalización de nuestros tiempos implica igual­mente una relocalización y desconcentración de la produc­ción, al igual que las anteriores; recuérdense los respectivos procesos empujados por la industrialización sustitutiva de im­portaciones. El capital productivo (otra verdad de Perogrullo) va siempre hacia aquellos lugares en los cuales las condiciones para la obtención de altas y rápidas ganancias, en breve, para la acumulación, son óptimas; esto es hoy por hoy: donde existen legislaciones laborales y ambientales particularmente «flexi­bles», mano de obra barata, recursos naturales y especialmente energéticos provechosos y poco costosos, etc. De esta manera, se producen subsiguientes fenómenos como el surgimiento del desempleo masivo y la reestructuración del mercado de trabajo hacia el empleo de baja remuneración en los servicios en mu­chos países desarrollados (Alemania, Francia, Italia, Suecia, etc. son ejemplos de lo uno y EEUU, Holanda, etc., de lo otro), o como la combinación del paro histórico-estructural con el de­sempleo tecnológico y la exclusión y, por ende, la pérdida de mecanismos de integración social en los países en vías de desa­rrollo. Ello es, entre otros, resultado de la ideología del share­holder-value como principio ejecutivo y organizador de las empresas -modern management- y una manifestación de una reorganización de la economía en el mundo entero.
Esta globalización es un síntoma de la crisis de transi­ción por varias razones. Aparte de que, como señalé antes, disuelve tendencialmente los patrones socioinstitucionales existentes, mencionaré sólo la razón más relevante: siendo el dinero la mercancía que empuja el actual rápido avance de la mundialización, a tal punto que algunos economistas concep­tualizan la globalización como fase de la hegemonía del capi­tal financiero, muchos apologistas ven en el enorme aumento de los flujos financieros el rasgo decisivamente nuevo y distin­tivo de esta globalización (para ellos, la única). Pero aquí cabe llevar el análisis con cuidado. Para decirlo en las palabras de Aldo Ferrer:
La gigantesca masa de recursos financieros (...) es una burbuja de transacciones en papeles, opciones, derivados y otros instrumentos que constituyen operaciones desvincu­ladas en su mayor parte de la actividad real de producción, inversión y comercio. Más de 95% de las transacciones, del orden de 1,3 mil millones de dólares diarios, que se realizan en los mercados cambiarios del mundo, corres­ponde a operaciones financieras.
Obedecen a razones puramente financieras, por lo tanto a un desacoplamiento de la economía financiera de la economía real. Las finanzas han adquirido vida propia, pero una vida fantasmagórica por tratarse de flujos en los cuales en realidad no se mueve nada: las sumas no son transferidas de veras de un país a otro -son símbolos en las pantallas de unas com­putadoras en diferentes lugares del mundo. Como el dinero es la mercancía por excelencia del Capitalismo, pero una mer­cancía particularmente volátil, y constituye la base de la glo­balización de hoy día, algunos economistas y hombres de empresa empiezan con toda razón a preocuparse por la estabi­lidad a mediano y largo plazo de la economía así globalizada, y no tan sólo los que tuvieron que experimentar ya la vulnera­bilidad de semejante situación (el presidente mexicano Ernes­to Zedillo en 1994, los presidentes y primeros ministros de los países del sudeste asiático desde mayo de 1997 en adelan­te y los presidentes y primeros ministros que tuvieron que manejarse en medio del «efecto tequila» a comienzos de 1995 y de la «enfermedad asiática» en estos tiempos).
La globalización ha generado, lo cual quieren obviar sus defensores y apologistas aunque la vean, una mayor fragmen­tación y polarización tanto de las sociedades del sistema histó­rico entre ellas como en el interior de cada una de las mismas, lo cual ha engendrado una tendencia al agravamiento de las contradicciones sistémicas, expresado paradigmáticamente en la cada vez mayor pobreza de los muchos y crecientemente más y la riqueza siempre en aumento de los pocos y crecien­temente menos, así como en la ya mencionada incapacidad de los dispositivos socioinstitucionales «normales» para resolver los dilemas que surgen.
En breve: al alcanzar el capitalismo su estado de mayor pureza, con el dinero como mercancía dominante, llega al mis­mo tiempo a sus límites, puesto que la llegada al capital espe­culativo «puro» marca el límite de la acumulación. Podrá sobrevivir todavía un rato, incluso prolongado, pero no cabe duda de que la transición desembocará en la construcción de un nuevo sistema histórico-social.
Lo que es la globalización en lo económico, social y político, es el posmodernismo en la cultura, esto es: en las es­feras del conocimiento, de la estética, del arte, las representa­ciones sociales de los seres humanos, etc. Parte del supuesto de que la modernidad está muerta6, y deriva su nombre del simple hecho de que viene después de la misma. Su contenido puede resumirse en siete elementos:

1. Una fascinación con los mecanismos y dinámicas con­vulsos de los sistemas simbólicos.
2. El rechazo de teorías realistas u objetivas del conocimiento y de cualquier posibilidad de «progreso».
3. Una forma de hiperreflexividad que es autoabsorbida, pero no autorreflexiva.
4. El énfasis en el «ocio» y la expresividad «aristocrática», pero no en el trabajo.
5. El abandono de las grandes narraciones históricas y teóricas totalizadoras, universales y particulares.
6. Una sensación de fragmentación, así como el reconoci­miento de que sistemas filosóficos o religiosos holísti­cos no son más creíbles.
7. Una suerte de hipersofisticación, que refleja la irónica imbricación del sujeto con ambientes de los cuales se sabe que son manufacturados
Como se podrá apreciar, algunos de los postulados del pos­modernismo no son nuevos sino que pertenecen incluso al propio discurso de la modernidad. Otros ya fueron presentados en el modernismo, futurismo y dadaísmo de los años veinte, incluso en el existencialismo de la segunda posguerra. Otro dato curioso: los representantes del posmodemismo como movi­miento cultural y de las ciencias sociales no tienen la más mínima idea de que fue el gran sociólogo norteamericano C. Wright Milis quien acuñó la palabra en una entrevista radiofónica en marzo de 1959.
El problema del posmodernismo lo ha resumido el so­ciólogo sueco G6ran Therborn de una manera bastante apro­piada en sus tres implicaciones para las ciencias sociales; esta corriente ve: la estructura sin historia, la historia sin sujeto y el conocimiento sin verdad.
En semejante contexto intelectual e ideológico, que ciertamen­te es una derivación del pensamiento único y la corresponden­cia en el acto de saber a la globalización fundamentalista y fetichizada, no valen, a nivel de cada individuo, ni los pro­yectos de actores colectivos ni mucho menos para sociedades enteras, ni lealtades para con el Estado-nación, ni intentos de diseñar modelos de desarrollo que sean beneficiosos para toda la sociedad o un grupo de sociedades. Precisamente porque todo vale, no vale nada colectivo: la visión individualista y el hedonismo marcan las pautas a seguir por todos los ciudada­nos (que es, por lo demás, un concepto que no tiene espacio en el posmodernismo, precisamente porque niega la posibilidad de que el individuo tenga deberes, derechos y obligaciones para con su sociedad y su Estado).
Ello implica, desde luego, que los sistemas éticos que han hecho posibles la declaración y la puesta en práctica de los valores democráticos sufren graves transformaciones. Una ética democrática como la que se manifiesta en la Declaración fallece en las condiciones sociales y culturales de globaliza­ción y posmodernismo. Su racionalidad es la tecnoinstru­mental, su forma de gobierno la que se nutre de la «fuerza normativa de lo fáctico», su individuo es el zombie del brave new world de Aldous Huxley.
En resumen, en condiciones de la vigencia de la glo­balización y del posmodernismo, hablar de los valores éti­cos de la democracia es un sinsentido; intentar construirlos construyéndolos, y defenderlos, una actitud quijotesca. Como el futuro es un constructo sin sujeto, realmente no importa. Esta suerte de nihilismo socioideológico debe comba­tirse a través de prácticas concretas. A ellas dedicaré la última parte -sintética- de mi intervención.

MODESTAS PROPOSICIONES DE ACCIÓN
Antes que nada, como actitud fundacional de la creación de algo nuevo, es imprescindible recuperar un sentido de so­ciedad, 10 cual pasa por reasumir la historia como conoci­miento del pasado público de la misma. Para las futuras generaciones, se trata nada menos que de la construcción cons­ciente de un nuevo sistema histórico-social. Están dadas todas las condiciones para ello: las del conocimiento, las tecnológi­cas, las materiales, etc. Lo que hay que hacer para lograr que se haga conscientemente es excavar de las entrañas de nuestro ol­vido colectivo lo que el principio de la vida puso en marcha: el recuerdo mancomunado y compartido de lo bueno y de lo be­llo, es decir, la suma de las éticas y estéticas de la humanidad.
Diríase que es una tarea para gigantes, tal vez imposi­ble de acometer por seres humanos. No lo pienso así. Más que el diseño de una estrategia teleológica, lo que hace falta es, por un lado, volver a creer en la práctica que es la acción humana la que hace la historia, esto es: el redescubrimiento del sujeto social; y, por el otro, montar una estrategia de los pequeños pasos, cada uno de los cuales se engancha con el siguiente y lo engendra, o sea, una praxeología inspirada en la deseabilidad y la viabilidad de proyectos sociedades, pe­queños y grandes. Enumero a continuación unas proposi­ciones para los fines de las discusiones estratégicas que necesariamente vendrán:
- No tenerle miedo a pensar lo impensado ni dejarse inti­midar por las amenazas de la cotidianidad, esto es: de la rutina que dice que nada es viable;
- Organizarse y participar en la vida pública;
- Intemalizar los principios que subyacen a los valores éticos de la democracia, mediante --entre otros meca­nismos- un fuerte compromiso con la reforma de la educación en todos sus niveles;
- Luchar contra la identificación de politiquería y políti­ca, contra la denigración de la política y de lo político, reconocerse en tanto que individuos y grupo(s) como seres políticos por excelencia;
- Diseñar modelos de desarrollo capaces de combatir la pobreza, la virtual exclusión, el peligro de un apartheid social, divulgarlos y discutirlos;
- Comprometerse en organizaciones de defensa de los derechos humanos; y
En fin, asumirse como guerreros de la utopía de lo his­tóricamente posible: nunca perder de vista, sobre la marcha de esta larga transición, el objetivo realizable; esto es: el nuevo sistema histórico-social que la huma­nidad entera necesita porque necesita una nueva razón, no la de la racionalidad tecnoinstrumental.