martes, 13 de noviembre de 2007

LECTURA Nº 15: EL CRECIENTE APETITO POR PETRÓLEO Y GAS NATURAL DE LOS PAÍSES EN DESARROLLO










En las dos décadas pasadas, el crecimiento registrado en el mundo en desarrollo ha resultado en un aumento agudo en el consumo mundial de energía. Ese crecimiento, combinado con la creciente demanda de petróleo y gas en Estados Unidos, podría crear tensión en los sistemas energéticos y las condiciones ambientales mundiales en el transcurso del siglo XXI.
La búsqueda de energía creará nuevos retos económicos y estratégicos y alterará las relaciones geopolíticas. El resultado de estos acontecimientos dependerá de las políticas que adopten los principales involucrados en el mundo en desarrollo y Estados Unidos. Las cuestiones territoriales y el nacionalismo siguen siendo temas decisivos en las relaciones internacionales. Esto significa, que se debe manejar con cuidado la seguridad energética de todos, para que no se propaguen otras patologías en las deliberaciones en el terreno de la energía.
CONSUMO DE ENERGÍA DEL MUNDO EN DESARROLLO
La población continuará creciendo mucho más rápidamente en los países en desarrollo que en el resto del mundo. Para 2030, el porcentaje de la población mundial, que vive en las regiones en desarrollo, podría alcanzar el 81 por ciento, según pronósticos de las Naciones Unidas. Junto con la rápida expansión económica prevista en los mercados en surgimiento, el rápido crecimiento poblacional llevará a aumentos drásticos en la demanda de energía en el mundo en desarrollo.
Según pronósticos de Perspectivas Mundiales de Energía en 2002 de la Organización Internacional de Energía (OIE), la demanda mundial de energía primaria, en 2030, puede sobrepasar cerca de dos tercios el nivel del año 2000, alcanzando al final de ese período pronosticado un equivalente de 15.300 millones de toneladas de petróleo anual, representando los países en desarrollo un 62 por ciento del aumento. De igual manera, la Administración de Información sobre Recursos Energéticos de Estados Unidos (EIA) prevé que para el año 2025, el consumo de energía en el mundo en desarrollo habrá aumentado a casi el doble.
Debido a que se prevé que las economías en surgimiento dependerán mayormente del carbón y de otros combustibles fósiles, éstas contribuirán mucho más a las emisiones mundiales de bióxido de carbono a medida que aumente rápidamente su demanda de energía. Se prevé que los países en desarrollo representarán dos tercios del aumento pronosticado en las emisiones de bióxido de carbono, las que, según muchos científicos, contribuyen al calentamiento mundial. Cuatro países principales solamente (Indonesia, China, India y Brasil) emitirán 2.000 millones de toneladas de carbono anuales para el año 2010, lo que creará dificultades especiales para la cooperación internacional en las cuestiones relacionadas con el clima. Estados Unidos y las otras naciones industrializadas deben involucrar a estos países en iniciativas multilaterales sobre el clima, como la investigación y el desarrollo de tecnologías de energía más limpia.
El crecimiento en América Latina, donde se anticipa que para el 2015, la demanda de energía primaria aumente en casi el doble de los niveles de 1999, contribuirá también considerablemente a la geopolítica energética del futuro. En lugar de ser una importante región abastecedora para Estados Unidos, América Latina podría llegar a ser una importante región consumidora, que deberá ser incluida en los sistemas internacionales de reservas para emergencias y en las iniciativas sobre energía alternativa.
Se anticipa que el enorme crecimiento en Asia contribuirá considerablemente al mayor consumo de energía en el mundo en desarrollo e impactará grandemente el consumo de petróleo en el mundo, teniendo, por lo tanto, el mayor impacto en las cambiantes tendencias geopolíticas del petróleo. En los países asiáticos en desarrollo, donde se prevé que el consumo de energía alcanzará una tasa de crecimiento medio anual del tres por ciento, comparada con el crecimiento de 1,7 por ciento para toda la economía mundial, se anticipa que la demanda de energía aumentará en más del doble en las dos décadas próximas. Según los pronósticos de la OIE, la demanda en la región representará un 69 por ciento del aumento total previsto en el consumo del mundo en desarrollo y cerca de un 40 por ciento del aumento en el consumo mundial total de energía.
El rápido crecimiento económico de Asia, la enorme urbanización, la drástica expansión en el sector del transporte, y los programas de electrificación, políticamente importantes, tendrán un efecto drástico en la dependencia de energía importada en la región. Si no aumentan en forma significativa los abastecimientos de recursos energéticos renovables y/o las nuevas tecnologías energéticas, el consumo de crudo y gas natural en Asia aumentará sustancialmente y con ello aumentarán considerablemente los retos ambientales. En vista de los recursos insuficientes de la región y su ya alta dependencia de petróleo importado, se anticipa que Asia ejercerá una creciente presión sobre el Oriente Medio y Rusia en los años venideros.
Según el Informe sobre el Mercado Petrolero de 2001, publicado por el Grupo de Inteligencia Energética, un servicio de investigación independiente, el consumo de petróleo en Asia, que excede los 20 millones de barriles diarios, ya es mayor que el de Estados Unidos. Para el año 2010, el consumo total de petróleo en Asia podría ser de 25 a 30 millones de barriles diarios, la mayoría de los cuales deberá importarse fuera de la región. Puede esperarse que las importaciones de petróleo de China aumenten de unos 1,4 millones de barriles diarios en 1999, a unos 3 a 5 millones de barriles diarios en 2010. Esto ha despertado temores en Tokio, Seúl y Nueva Delhi, acerca de competencia o de una confrontación en cuanto a los abastecimientos y las líneas de transporte de los recursos energéticos.
REPERCUSIONES GEOPOLÍTICAS
Puede anticiparse que la atención diplomática, estratégica y comercial de ciertos países asiáticos cambiará en vista de la creciente necesidad de importar recursos energéticos y que ello conducirá a un fortalecimiento de los vínculos económicos y políticos entre los estados asiáticos individuales, los principales países exportadores de petróleo del Oriente Medio y los estados petroleros africanos. Estos vínculos pueden significar nuevos retos para el Occidente en lo que respecta a arbitrar posibles conflictos regionales y una rivalidad en cuanto a abastecimientos energéticos seguros, especialmente en casos de interrupción de los abastecimientos, guerra, u otro tipo de emergencias. Por ejemplo, la diplomacia petrolera proactiva de China y su campaña de inversión en petróleo y gas extranjeros, han suscitado preocupación en algunas partes en el sentido de que esta potencia internacional en surgimiento, debido a su creciente necesidad de petróleo, podría ser susceptible a presiones por parte de los estados productores de petróleo que procuran obtener sistemas de armamentos avanzados o armas de destrucción en masa.
Las preocupaciones medioambientales podrían empeorar los temores sobre la seguridad energética y crear otros tipos de tensiones en el sistema político internacional. De esta manera, son convincentes los beneficios de una cooperación multilateral entre Occidente y el mundo en desarrollo en la búsqueda de soluciones conjuntas a los desafíos del abastecimiento de energía ambientales. Debería considerarse esto de gran prioridad en las gestiones diplomáticas internacionales.
Los costos potencialmente altos de una confrontación por causa de los abastecimientos energéticos y de la degradación del medio ambiente motivan a algunas naciones asiáticas a desarrollar tecnologías energéticamente más eficientes y formas de energía alternativas. Sin embargo, es más probable que en el plazo cercano se trate de diversificar tanto las formas de usar la energía como las fuentes de donde proceden los abastecimientos.
Existe un potencial enorme de mayor participación de Estados Unidos en aumentar la cooperación en desarrollar nuevas tecnologías energéticamente eficientes y combustibles alternativos más limpios, tanto para asegurar la paz y la estabilidad en el mundo como para promover sus propios esfuerzos de asegurar un futuro energético más prometedor.
No obstante, toda la atención que se presta al crecimiento económico en Asia, el aumento constante de las importaciones estadounidenses de petróleo es un factor asombroso en los mercados petroleros mundiales. Las importaciones netas estadounidenses aumentaron de 6,79 millones de barriles diarios en 1991 a 10,2 millones de barriles diarios en 2000. El comercio mundial del petróleo; es decir, la cantidad de petróleo que se exporta de un país a otro, aumentó durante el mismo período de 33,3 millones de barriles diarios a 42,6 millones de barriles diarios. Esto significa que las importaciones estadounidenses de petróleo representaron más de una tercera parte del aumento registrado en el petróleo que se ha comerciado en el mundo en los últimos diez años. En lo que respecta al comercio petrolero con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el mercado de importación estadounidense fue aún más significativo — más del 50 por ciento del aumento en la producción de OPEP, entre los años 1991 y 2000, fue a parar a Estados Unidos. La actual demanda de petróleo de Estados Unidos es de unos 20 millones de barriles diarios, de los que solamente un 40 por ciento se produce internamente.

SATISFACER LAS NECESIDADES DE LOS POBRES
La cooperación en encontrar nuevas fuentes de energía y tecnologías más limpias y eficientes, además de ser un medio valioso para reducir el riesgo de tensiones y conflictos internacionales, es de importancia crítica para asegurar un futuro mejor para el mundo en desarrollo y reducir la pobreza y la enfermedad en muchas partes del planeta. Al presente, más de una cuarta parte de la población del mundo carece de acceso a electricidad y dos quintos están obligados a depender principalmente de la biomasa tradicional — leña y desechos animales —para satisfacer las necesidades básicas de cocinar y calefacción. Aproximadamente el 80 por ciento de estas poblaciones se encuentra en India y África al sur del Sahara. Cuatro de cada cinco personas que carecen de servicios energéticos modernos viven en zonas rurales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), por causa de la contaminación del aire en los hogares, producida por la tradicional energía de biomasa, más de dos millones de mujeres y niños mueren en el mundo cada año debido a infecciones respiratorias.
La dependencia continuada del petróleo conforme, según las tendencias de crecimiento antes descritas, hará que la comunidad internacional dependa más del petróleo de los países de la OPEP, lo cual tendría consecuencias perjudiciales para los pobres del mundo. Si bien se ha argüido con frecuencia que la economía estadounidense es capaz de absorber los costos crecientes del petróleo que pueden resultar de una mayor participación de la OPEP en el mercado de la demanda mundial, un aumento gradual de los costos de energía contribuirá probablemente a ensanchar la brecha económica entre las sociedades industrializadas y el mundo en desarrollo. Según un estudio realizado por la OIE en 2002, sin un gran adelanto tecnológico y si la demanda de petróleo se encara en la forma acostumbrada, más de 1.400 millones de personas seguirán sin electricidad moderna en 2030. Es decir, sólo 200 millones menos que ahora. Además, durante los últimos treinta años, los países en desarrollo han tomado préstamos de miles de millones de dólares de instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para pagar por un petróleo que no está a su alcance. Esta tendencia probablemente empeorará si con el tiempo aumenta la dependencia de la OPEP.
Paradójicamente, la política de los países de la OPEP de promover precios del petróleo cada vez más altos, contribuyendo de esta manera al endeudamiento masivo del mundo en desarrollo, no ha ayudado a elevar los niveles de vida de sus propias poblaciones. En algunos países, los ingresos petroleros se han despilfarrado en corrupción oficial o se emplearon para financiar el aventurismo militar, el terrorismo internacional o programas mayores de adquisición de armamentos. Costos energéticos más bajos, como resultado de nuevos descubrimientos, grandes adelantos en eficiencia energética o en fuentes de energía alternativa, podrían obligar a esos regímenes a perseguir más vigorosamente la diversificación económica y, en los pocos casos, donde pudiera ser aplicable, limitar el capital invertido en programas que sean contrarios a los intereses de Estados Unidos.

UN LLAMADO A LA ACCIÓN
Estados Unidos dispone de muchos medios para influenciar las perspectivas energéticas mundiales. Con el aumento de las importaciones petroleras estadounidenses, factor de gran importancia en los mercados energéticos internacionales, cualquier cambio en la política de Estados Unidos, que pueda reducir en forma significativa el ritmo del aumento en la importación, podría impactar los planes de OPEP para aumentar su participación en el mercado y limitar también las consecuencias medioambientales de la utilización irrestricta de la energía.
Nadie duda de que una combinación de instrumentos y normas fiscales puede desacelerar el aumento estadounidense en la demanda de petróleo como combustible del transporte. Huelga decir que Estados Unidos y Canadá, con una base de consumo mucho más baja, se distinguen de los demás países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Japón y los países de la Unión Europea (UE), mediante impuestos elevados al consumo, lograron fundamentalmente poner fin al aumento en la demanda de petróleo. En ambos casos, se anticipa que el aumento total durante la década actual bajará entre 0,1 y 0,2 por ciento anual. En lo que respecta a la demanda de gasolina, el consumo europeo en realidad está registrando una baja, al optar los consumidores por vehículos propulsados por motores diesel más eficientes.
Entre las estrategias energéticas de Estados Unidos se podría incluir aumentos modestos en los impuestos al combustible, combinados con incentivos para usar combustible diesel de bajo azufre en lugar de gasolina, lo que resultaría en una mayor eficiencia. Además, podría regularse más los vehículos utilitarios deportivos, que están mayormente exonerados de otras normas de eficiencia estadounidenses. Las estrategias podrían incluir reglamentos que obliguen a que las flotillas de vehículos gubernamentales sean propulsadas por gas natural o energía eléctrica. Una tasa de impuesto móvil aplicada a los vehículos nuevos de lujo, basada en su rendimiento por kilometraje, podría ser otra forma de promover tecnologías más eficientes en el mercado sin gravar la gasolina propiamente dicha.
La investigación y el desarrollo deben ser también un medio principal de promover una política energética efectiva. Entre las prioridades estadounidenses de investigación y desarrollo figuran la Iniciativa nacional sobre nanotecnología (NNI), FreedomCar, la Iniciativa para el combustible hidrógeno y el Proyecto del Reactor Experimental Termonuclear Internacional (ITER).
Sin embargo, los críticos afirman que se necesitaría comprometer miles de millones de dólares para promover la ciencia fundamental necesaria para resolver los problemas energéticos y ambientales que la comunidad mundial enfrentará en las décadas venideras. Este esfuerzo de investigación puede hacerse en colaboración con otros países consumidores principales, produciendo beneficios para todos y con el propósito de lograr adelantos revolucionarios en energía solar, eólica, carbón de combustión limpia, hidrógena, fusión, una nueva generación de reactores por fisión, células combustibles, pilas y una nueva red de energía eléctrica que pueda unir a todas estas fuentes de energía.
Además de las iniciativas estadounidenses, no hay duda que existe lugar considerable para aumentar la eficiencia energética en otras principales sociedades consumidoras de energía en el mundo en desarrollo. A medida que los principales países consumidores de energía como Rusia, China, India y Brasil alteran radicalmente sus señales económicas asociadas a los costos de la energía, e inyectan principios de precios basados en el mercado como sustituto de los abastecimientos energéticos subsidiados, los ahorros en la demanda de petróleo pueden ser drásticos, especialmente en los sectores doméstico y de generación de energía. El avance continuo hacia la liberalización del mercado de la energía en todo el mundo, especialmente en otros terrenos, aparte del sector del transporte, puede impactar de forma significativa el aumento de las necesidades de energía primaria en el mundo en desarrollo.
El gobierno de Estados Unidos debe adoptar también una postura mucho más proactiva frente a Rusia y China en lo que respecta al sector energético internacional. Podría servir de ayuda a Estados Unidos y otros países miembros de la OIE, romper el dominio que la OPEP ejerce sobre el mercado de la energía y ayudar a estas dos importantes potencias energéticas a definir sus propias metas, de manera que sean compatibles con los objetivos de Estados Unidos. China necesita que se la aliente a mejorar sus planes para las reservas estratégicas, y hay maneras de que Estados Unidos pueda asistirla en hacerlo, ya sea auspiciando el ingreso de China en la OIE o asistiendo en la creación de nuevos arreglos regionales de seguridad energética.
Por último, Estados Unidos y otros países industriales pueden hacer mucho más para mejorar los mecanismos institucionales que favorecen a los mercados, en lugar de la intervención política de los productores de petróleo. Estados Unidos debe demostrar su liderazgo y examinar seriamente las maneras de armonizar las reglas del comercio y la inversión petrolera mundial con las reglas que rigen el comercio de los bienes manufacturados y los servicios. Esto significaría incrementar el comercio y la inversión libres dentro de los países de la OIE y discriminar activamente a aquellos países que no permiten la inversión extranjera en sus recursos energéticos y que limitan sus exportaciones para manipular los precios. La liberalización y el acceso abierto a la inversión en todos los recursos energéticos internacionales significarían su desarrollo oportuno en lugar de las demoras inquietantes que existen hoy. Debido a la falta de normas mundiales en el sector petrolero, el mundo experimenta limitaciones en el abastecimiento por motivos políticos y de inversión de capital que paralizan a la economía mundial y perpetúan la pobreza en los países energéticamente pobres de África y Asia. La experiencia vivida por Rusia en los últimos cinco años, el rápido crecimiento de su producción de petróleo seguido de una liberalización económica, debería servir de ejemplo a otros países que todavía siguen cerrados de los beneficios que se obtienen con el aumento de los ingresos y la producción.

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